México, el país que dedica más que cualquier otro de la región al trabajo; pero con menor productividad.
Los datos son de la OCDE: los mexicanos trabajamos 43 horas por semana, es decir, dos mil 225 por año, 480 horas más que el promedio; unas 440 horas más que en Estados Unidos y 862 más que en Alemania. El resultado: en una evaluación sobre productividad en donde 100 es la calificación máxima, sacamos 20. Luxemburgo tiene 95 y trabaja 700 horas menos.
De risa y de llanto, porque millones de trabajadores dedican muchísimo tiempo no sólo al traslado, sino al cumplimiento de un horario de trabajo que muchas veces no está justificado. Es la falsa teoría de que, “entre más horas se esté en la oficina, más eficiente se es”, como si los resultados dependieran de ello. México es el país de las horas nalga, porque poco entiende de políticas laborales.
Somos los que tenemos menos vacaciones. Seis días el primer año; dos días más, el segundo, tercero y cuarto, para quedarnos en 12 días totales. La mitad de los que alcanzan en Brasil. En contraste, somos uno de los países miembros de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos que tiene uno de los salarios mínimos más bajos. Casi siete mil pesos menos que en Uruguay, el país con mejor ingreso en Latinoamérica.
Y dentro de nuestro territorio también nos segmentamos por salario. No es el mismo en todos los estados del país. En Nuevo León, Campeche y la CDMX, por ejemplo, se gana un promedio de seis mil pesos más que en Guerrero, según análisis de despachos dedicados al otorgamiento de créditos.
Hace apenas unos días se reveló que un profesionista en México gana entre ocho mil a diez mil pesos mensuales; mientras que un comerciante informal alcanza hasta 15 mil. Por eso no sorprende que el INEGI reporte una tasa de informalidad superior al 57 por ciento.
¿Las instituciones serán más eficientes con burócratas trabajando largas jornadas? La respuesta es la misma cuando se cree que una empresa tendrá mejores resultados si bloquea cualquier vía de esparcimiento de sus empleados.
Mientras en México aún hay corporaciones que incluso cuentan con código de vestimenta, en otros países instauran el home office, que podrá no ser para cualquier empleo, pero representa una puerta abierta para mejorar las condiciones laborales, que en nuestro país están reducidas a la relación salario-horas de trabajo, y por ello somos acumuladores de horas nalga que poco aportan a la productividad y mucho restan a la calidad de vida de cualquier trabajador.