La artista mexicana Gabriela Fuchs observó las cenizas de su padre bajo un microscopio, sin saber el sorprendente y conmovedor espectáculo que le esperaba.
La muerte y una intuición inspiró a la artista mexicana Gabriela Fuchs una genial idea: colocar las cenizas de su padre bajo un microscopio. Fuchs llevó las cenizas de su padre a un laboratorio de la UNAM, donde los doctores le habían anticipado una gama de colores apagados: blanco, gris, «sólo cenizas» y no mucho más que ver.
Al parecer, las «sólo cenizas» contienen nebulosas, discos galácticos en estado embrionario, protoestrellas, microcosmos. Para Gabriela, en las cenizas de su padre está el universo. No sabemos bien si las imágenes que presenta Gabriela Fuchs con el Banff Center tienen algún tipo de edición digital o tratamiento, sin embargo, Gabriela dice que esto: «prueba visualmente que estamos hechos de estrellas», con cierta licencia poética, pero coincidiendo con unas de las más populares ideas de divulgación científica, a la cual han recurrido desde Carl Sagan hasta Neil deGrasse: «somos polvo de estrellas».
Los elementos que se forman por nucleosíntesis en las estrellas son, en su viaje evolutivo, los mismos que ahora componen nuestras células y que serán ceniza… ceniza que en la muerte parece mantener fija la imagen de su origen. Se dice que en la semilla puede verse el fruto y, siguiendo con esta licencia poética, quizás como creyeron muchas culturas antiguas, cuyos héroes y dioses fueron elevados al firmamento como astros y constelaciones al morir, nuestro destino está en las estrellas (¿el hogar que llevamos tatuado, como un holograma en el alma?).
Meditar sobre la muerte, que es la esencia de la labor filosófica. Belleza que parece relevante recordar es para la filosofía platónica el gran catalizador anagógico de la evolución del alma en su viaje de regreso a la unidad, más allá de las esferas planetarias, hacia las estrellas fijas… estrellas que parecen estar grabadas en las cenizas como una memoria indeleble del arquetipo.