La sal es la principal fuente de sodio en nuestra alimentación. Es indispensable para la vida, pero también puede ser perjudicial para la salud si se consume en exceso.
Muchas personas consumen más sal (sodio) de la que se necesita, afectando sus riñones, los mayores reguladores del sodio en la sangre y de mantener el equilibrio del sodio almacenado en nuestro cuerpo para su aprovechamiento óptimo.
Si eres de los que le pone sal a la comida antes de probarla, o simplemente te encanta la sal, ¡cuidado!, estás poniendo en riesgo tu salud, toda vez que mucho de los alimentos contienen concentraciones elevadas de sodio (jamón, embutidos, queso, pan, leche y la mayoría de las conservas en general) y otros lo contienen a escondidas, elevando tu consumo al día.
Los seres humanos, como la mayoría de los seres vivos, necesitamos sal, pero en pequeñas cantidades para:
- Controlar la cantidad de agua del cuerpo humano, manteniendo el PH de la sangre.
- Regular los fluidos del cuerpo.
- Ayudar a que el cuerpo esté hidratado, introduciendo agua en el interior de las células.
- Ayudar a transmitir impulsos nerviosos y a la relajación muscular.
- Una parte de la sal se requiere para poder realizar las actividades vitales, y el resto se pierde por la orina, las heces y el sudor, pero es el riñón quien se encarga de regular las concentraciones de sodio de nuestro organismo. El sodio retiene agua, y es gracias a esta propiedad que el cuerpo humano mantiene concentraciones de agua en el organismo, fundamental para vivir.
Todo tenemos sal común en casa, pero el mercado se ha llenado de variedades con distintas propiedades culinarias o gastronómicas. Las fuentes de esta materia prima han sido tradicionalmente tres: salinas marinas, manantiales y minas.
El consumo excesivo de sal, está ligado al desarrollo de enfermedades crónicas y complicaciones al corazón, los riñones y la microcirculación, incrementado el número de pacientes que presentan enfermedades degenerativas como hipertensión y diabetes, padecimientos que además se registran a edades cada vez más tempranas.
De acuerdo con el Instituto Mexicano del Seguro Social (IMSS), el excesivo consumo de sal provoca retención de líquidos e incremento de peso, lo que obliga al hígado, riñones y corazón a trabajar por encima de sus niveles normales, lo que afecta el sistema cardiovascular y altera la función renal.
La OMS recomienda reducir el consumo de sodio en los adultos a menos de cinco gramos de sal al día (una cucharadita) y entre cuatro y cinco gramos para menores de 10 años y entre tres y cuatro a los menores de siete.
No se trata de que la sal salga de tu vida, sino de concientizarte de lo que consumes y de las porciones recomendadas al día. Para evitar la excesiva ingesta, sigue estas recomendaciones.
- Compra de preferencia productos frescos o congelados sin sal agregada.
- Lava con agua hervida los alimentos enlatados antes de consumirlos.
- Evita el uso de sazonadores artificiales.
- Come más alimentos frescos, que contienen menos sodio.
- Reduce el uso de la sal al cocinar y deja que cada comensal agregue la cantidad que desee en los platos individuales, como las ensaladas.
- Sazonar con especias y hierbas aromáticas ayuda a reducir de forma paulatina la adición de sal a los platos.
- Cocina los alimentos al vapor: al no haber un medio con el que el alimento entra en contacto, se conserva mejor el contenido natural del sodio del alimento.
- La sal oculta de los alimentos elaborados es la más difícil de rehuir. Conviene reducir la ingesta de productos procesados y, en su caso, escoger los elaborados con menos sal o sodio (Revisa la información nutricional en la etiqueta).
- La sal marina, por su sabor más fuerte, permite emplear menos cantidad para dar sabor a las comidas.
- En la medida de tus posibilidades, sustituye la sal por una de bajo contenido en sodio: aporta la mitad de sodio que la sal común.
- Compra alimentos enlatados con la leyenda ”no sal agregada”.
- Trata de no consumir carnes procesadas o embutidas.
- Evita los condimentos, especialmente la salsa de soya, los aderezos/adobos, la salsa de tomate o espagueti, y la salsa teriyaki.
- Intenta hacer tus propias salsas y aderezos en casa para una versión baja en sodio.
- Cocina tus propios caldos y sopas en casa.
- Evita la tentación y no pongas salero en la mesa.