Originalmente las esculturas estaban en la Hacienda de Chapingo, en Texcoco. Fueron adquiridas alrededor de 1890 para decorarla.
Son esculturas de hierro fundido de dos leones y dos leonas que representan el dominio sobre los cuatro elementos: agua (el león sobre el cocodrilo), tierra (la leona sobre el conejo), fuego (el león sobre la víbora) y aire (la leona de pie).
Los ejemplares de leones -león con caimán y león con serpiente- son obras del escultor Paul Delabrière (1829-1912), y las leonas -leona con nopal y leona con liebre- son obras de Hippolyte Heizler (1828-1871); fueron adquiridos por el arquitecto Antonio Rivas Mercado a fines del siglo XIX para adornar en Chapingo la hacienda del entonces presidente de México: Manuel González.
La historia cuenta que en 1915, el general zapatista Amador Salazar atacó la hacienda de Chapingo y se apoderó de las fieras metálicas para llevarlas a Morelos como parte de su botín. Después del enfrentamiento en Chapingo, dirigió sus tropas a Coatlinchán donde descansaron y al día siguiente emprendieron la marcha a Amecameca. Sin embargo, fuerzas carrancistas organizaron un contraataque y en Coatlinchán, en lo que se conoce como la Cruz de Misión, se dio el primer enfrentamiento contra los zapatistas que aun permanecían en el pueblo.
La defensa fue insuficiente y los zapatistas fueron replegados y vencidos en el centro del pueblo, frente a la iglesia. Algunos de ellos fueron capturados y colgados en un árbol de olivo que se encontraba en ese lugar y cuyo tronco aun se conserva en la plaza de esta comunidad. Los carrancistas continuaron la persecución hasta Amecameca donde las esculturas fueron abandonadas y dejadas como tributo a la ciudad conventual de Amecameca, donde hasta el día de hoy vigilan el parque central conocido como el “Parque de los leones”.
También se dice que los leones no fueron robados por los zapatistas, si no que alrededor de 1930 fue la propia Universidad de Chapingo la que donó las esculturas a Amecameca. Esta donación se realizó por órdenes del presidente Miguel Alemán, quien decretó que las plazas principales de todos los estados de la República debían estar decoradas con este tipo de obras de arte.
Sea cual sea la verdadera historia de la llegada de los cuatro felinos a Amecameca, hoy en día estas piezas hechas de fierro colado son unos de los elementos más distintivos de la ciudad.