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¿SABÍAS EL NOMBRE CORRECTO DE ESTAS COSAS COTIDIANAS?

Hay cosas con las que estamos en contacto de forma cotidiana pero a veces no sabemos bien cómo se llaman.

Para referirnos a ellas por lo general tenemos que usar varias palabras, una larga explicación o sencillamente terminamos diciendo “el ése” o “esa cosa”. Sin embargo, nunca está de más saber el nombre correcto de las cosas y aquí te mostramos 10 palabras para que enriquezcas tu vocabulario.

Filtro.

Entre la nariz y el labio, hay un pequeño canal o hendidura. Aunque muy pocas personas lo saben, este breve espacio tiene un nombre y se llama “filtro” (del latín philtrum).

Plastinudos. 

¿Nunca te has preguntado cuál es el verdadero nombre del “alambrito del pan”? Puedes acudir a cualquier ferretería y pedir un rollo de alambre recubierto o “plastinudos”, aunque este nombre que era genérico hoy día ya fue registrado y se ha convertido en marca. En inglés a esta chunche que sirve para amarrar muchas cosas, se le llama twist tie.

Petricor. 

¿Quién no ha olido en un paseo por el campo, ese aroma característico de la tierra mojada después de la lluvia? Pues este olor tiene un nombre y se llama petricor.

Trago. 

Taparse las orejas es una cosa muy común. Cuando no se recurre a un tapón, como en el caso de la natación, lo más común es poner un dedo sobre la parte exterior de la oreja y así sellarla y no permitir que el ruido pase. Este pedacito de piel sobre el que pones la punta de los dedos para dejar de escuchar se llama “trago”.

GLV. 

Otro olor que a muchos les es placentero es el de el pasto recién cortado. Este olor se llama GLV por sus siglas en inglés (Green Leaf Volatiles), aunque algunos lo traducen como “volátiles de hojas verdes”. Los botánicos creen que es una señal de alarma de las plantas al ser atacadas, las cuales liberan un olor compuesto de hidrocarburos oxigenados cuando sus hojas son arrancadas de tajo.

Herretes. 

Si eres de esos que jamás aprendieron a atarse bien las agujetas, muy probablemente tienes los herretes de las mismas hechos una verdadera tristeza. Los herretes son los trocitos de plástico o de metal que se ponen en los extremos de las cintas de los zapatos y nos ayudan a meterlos con mayor facilidad por los agujeritos.

Tsundoku. 

Una palabra que nuestros amigos nipones le regalaron al mundo y aún no tiene una castellanización oficial es “tsundoku”. Es la unión de los vocablos “tsumu” (apilar) y “doku” (leer), lo que nos daría como resultado inmediato “apilar sin leer”. ¿Algunas vez has ido a una feria del libro y te has dado un tremendo atracón seducido por los títulos pero terminas por nunca leerlos por falta de tiempo? Pues entonces has sido víctima del tsundoku.

Cedilla. 

Alguna vez te habrás cuestionado cómo se llama la letra “Ç”, que se usa en palabras que provienen del español antiguo y que aún se usan en idiomas como el catalán, el portugués o el francés (como en la palabra Barça, por ejemplo). Esta letra se llama cedilla y es una derivación gráfica de la letra C. ¿Y cómo se llama la rayita curva que lleva abajo esa letra? Su nombre es virgulilla.

Dysania. 

Es lunes y tu despertador dice “ya párate” pero tu cuerpo dice “no, cinco minutitos más”. Esta sensación de no poder pararse de la cama se conoce como dysania y suele ocurrir cuando tienes los ciclo de sueño alterados o tienes algo más grave, como depresión. En teoría, al cuerpo le cuesta aproximadamente diez minutos entrar en estado de alerta total. Si tú te das cuenta de que te cuesta alrededor de media hora ponerte totalmente las pilas, tal vez sufres este trastorno.

Belfos. 

Todos los chamacos ociosos alguna vez le jalamos los cachetes a nuestro perro, ya sea por cariño, por vil ocio o porque somos pésimos seres humanos. Esas simpáticas mejillas perrunas se llaman belfos, para que les llames por su nombre correcto. Y ya que andamos en anatomía canina, las almohaditas que tienen debajo de las patas se llaman “cojinetes”.