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¿QUÉ ES PEOR, LA IGNORANCIA O EL EXCESO DE INFORMACIÓN?

Bienvenido a la era de la desinformación, tiempos en los que ya no se priva a la sociedad del acceso informativo. 

En esta nueva época cualquier persona puede tener acceso a todo tipo de información pero ahora surge una nueva vertiente, la saturación de la misma. Nos saturan de elementos contradictorios que solamente nos confunden. Al parecer los medios de comunicación, así como la tradicional élite de poder, recurren a una técnica alternativa: la desinformación.

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Esta herramienta de algún modo intercambia la antigua ignorancia a la que se encontraba sometida gran parte de la sociedad civil por un nuevo, y tal vez aún más efectivo enemigo, la confusión. Y es que si analizamos de manera objetiva ambos fenómenos en verdad resulta más nociva esta segunda táctica empleada para proteger las agendas ocultas. «La tecnología es muy divertida, pero también podemos ahogarnos en ella. La neblina de la información puede debilitar el conocimiento» afirmó acertadamente en alguna ocasión el historiador estadounidense D.J. Boorstin.

¿Cómo hubiéramos imaginado que la llegada a la «era de la información» terminaría por convertirse, paradójicamente, en la más efectiva herramienta para favorecer la ignorancia? Qué lejos ha quedado esa sociedad ingenua que permanecía marginada de los flujos informativos, los cuales se definían desde una casi invisible élite y que modelaban las agendas más importantes en el rumbo geopolítico.

Pero más allá del pesimismo, lo cierto es que debe existir un antídoto para contrarrestar esta ignorancia, la cual es muy sencilla: simplemente desconectarte del desfile de hebras informativas patrocinadas por los millones de medios de comunicación que han surgido en internet (incluyéndonos) y dedicarte a observar la tierra, el cielo, las plantas. Dejar de contar cuantos amigos acumulas en Facebook, en síntesis, clausurar tu exposición a la maraña digital puede garantizar tu tranquilidad informativa.

Pero si el exceso de información esta parte de tu búsqueda existencial o para tu desarrollo personal, existe otro camino más complejo. Estamos frente a un reto generacional, el cual esta íntimamente asociado a tres protagónicas tareas: la reflexión, la interpretación, y el discernimiento.

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La Reflexión o auto-conciencia. Debemos corresponder a la evolución de los medios y las tecnologías informativas con una evolución paralela: el desarrollo neurocognitivo para digerir, interpretar, discernir, y sintetizar la colosal cantidad de información a la que ahora estamos expuestos. Para ello resulta fundamental detener un instante el frenesí interactivo y reflexionar sobre las implicaciones que estas nuevas herramientas de comunicación tienen para nosotros en todos los niveles: desde el laboral y el sociocultural, hasta el sentimental, el fisiológico e incluso el espiritual.

La Interpretación. Más allá de buscar el renacimiento del escepticismo, lo que busca es desintegrar la hegemonía centralizada de que hay algo, o alguien, que tiene la razón, y que ello excluye, por naturaleza, la posibilidad de otras verdades. La mejor manera de navegar es estar consciente que sólo podrás interactuar a partir de tu interpretación, y aceptar que a fin de cuentas lo que entiendas de todo esto es simplemente una interpretación personal, y que ello no lo hace ni más falso ni más verdadero que cualquier otra de las interpretaciones con las que te vayas a encontrar a lo largo de tu camino.

El Discernimiento, tal vez sea tu más confiable acompañante a lo largo de cualquier sendero existencial. El discernimiento es una de las herramientas más efectivas para aquel que anda en busca de consolidar un verdadero camino espiritual. Y es que este elemento es de algún modo una mezcla entre información «tangible», referencias personales, e intuición, lo cual provoca que sea un acto imposible de centralizar y por ello de controlar. El único que puede velar o engañar tu proceso de discernimiento eres tu mismo.

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Y una vez dilucidada la fórmula de salida podemos comenzar a llevar una vida informativa sana, que nos genere más paz que angustia, y que nos permita alimentar nuestro crecimiento personal.

Fuente: Pijamasurf.com