Estas industrias han sido objeto de controversia debido a diversas prácticas deshonestas.
A continuación se destacan algunas de estas prácticas compartidas:
1. Mantienen descubrimientos nocivos para el negocio fuera del alcance del público.
Tanto las tabacaleras como las farmacéuticas niegan la presencia de sustancias dañinas en sus productos, gastando millones de dólares tratando de desacreditar investigaciones que pongan en riesgo su negocio. Las tabacaleras saben de la existencia de partículas alfa radioactivas en el tabaco hace más de cuatro décadas, pero deliberadamente esconden las evidencias (investigación de la UCLA). Por su parte, las farmacéuticas evitan que los investigadores, las agencias de salud pública y la gente conozcan el potencial tóxico de sus productos, como en el caso de Merck, demandada exitosamente por millones de dólares por no difundir información importante sobre el riesgo de ataques del corazón producidos por Vioxx.
2. Ambas crean pruebas fraudulentas y sobornan investigadores para producir resultados deseados.
Muchas investigaciones sirven para generar datos que avalen productos dañinos. A diferencia de los laboratorios estatales, las farmacéuticas y tabacaleras no están sujetas a estrechos presupuestos, por lo que el supuesto doctor Fulanito de Tal de una ignota Universidad de Nueva Zelanda que afirma que los cigarrillos mejoran la presión sanguínea probablemente es una estafa. Y es que la autoridad científica también es una coartada para justificar legalmente lo que se necesite justificar en la agenda de una empresa. El presupuesto que puede venir de estas empresas puede financiar investigaciones válidas, lo que pone en tela de juicio la ética profesional de los investigadores: si las conclusiones de un estudio, aunque verdaderas, atenten contra sus fuentes de trabajo, muy probablemente nunca salgan a la luz. Uno de cada siete científicos lo saben.
3. Ambos se dirigen a dos públicos: Hollywood y los niños.
El cigarrillo ha sido un emblema del cine desde sus inicios, pero puede deberse menos a la estética que a una extensa campaña publicitaria. Durante los 80, algunas compañías impulsaron además la asociación entre glamour y tabaco al regalarles cigarrillos a los actores. En el caso de los niños se torna siniestro con personajes como Joe Camel. Cintas de zombis y epidemias abundan: las películas de terror son también una forma de validar la medicina e impulsar la vacunación como única panacea capaz de salvar a la humanidad de una creciente amenaza. Detrás de esto no está necesariamente un fin estético ni de entretenimiento, sino la programación ideológica.
4. Ambas están ligadas al crimen organizado.
Se estima que uno de cada tres cigarrillos se venden en el mercado negro. Esto es posible utilizando la misma infraestructura industrial de las tabacaleras: el mercado de los cigarrillos ilegales florece en cualquier ciudad, pero no se trata de compañías de tabaco fuera de la ley en todos los casos, sino de las mismas tabacaleras importantes atacando otros nichos de mercado con productos de calidad inferior y potencialmente más nociva, si cabe, que los cigarros normales.
En el caso de la evolución de los narcóticos y su relación con las farmacéuticas, Alfredo Schulte-Cockholt, autor de La política del crímen organizado y el crimen organizado de la política, escribe que “las compañías farmacéuticas no sólo continuaron sus prácticas luego de que las drogas fueran reconocidas, sino que hicieron todo lo posible por evitar regulaciones y detecciones para lucrar con las ventas tanto como fuera posible, incluso cuando los gobiernos nacionales aprobaran e implementaran leyes criminalizando la producción y exportación de narcóticos a menos que estuvieran estrictamente controlados. Finalmente, cuando las farmacéuticas dejaron de participar en la propia producción de los narcóticos ilícitos, continuaron lucrando al involucrarse en economías criminales al proveer precursores químicos necesarios para producir drogas.” Habría que empezar a conceptualizar el crimen organizado como crimen corporativo, en las sedes de estas y muchas otras industrias.
5.El gobierno permite que sigan operando gracias a que colocan información preventiva.
El caso paradigmático son las fotos o leyendas de los riesgos para la salud que ilustran todas las cajetillas de cigarros. Incluso después de que se comprueban nuevos daños para la salud, las tabacaleras siguen operando, como en la película Thanks for smoking. En los medicamentos nocivos las demandas de los afectados llegarán, pero serán desestimadas rápidamente gracias a la presencia de advertencias. La otra cara de este aspecto son los infomerciales y el gusto por los diagnósticos rápidos, que hacen que la gente perfectamente sana quiera tomar pastillas, vitaminas y suplementos simplemente para “estar mejor”, en vez de hacer ejercicio y llevar una vida sana.
Fuente: Ecoosfera.com