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Nezahualpilli, tlatoani de Texcoco, avisó a los mexicas sobre el fin

Existe un inquietante relato según el cual Nezahualpilli, tlatoani de Texcoco, vislumbró que algo terrible iba a ocurrir y viajó a Tenochtitlan para comunicárselo a Moctezuma.

Existe un inquietante relato según el cual Nezahualpilli, tlatoani de Texcoco, vislumbró que algo terrible iba a ocurrir y viajó a Tenochtitlan para comunicárselo a Moctezuma. Le dijo al gobernante, en tono sombrío, que “una cosa extraña y maravillosa… ha de acontecer en tu tiempo… De aquí a muy pocos años, nuestras ciudades serán destruidas y asoladas; nosotros y nuestros hijos, muertos, y nuestros vasallos, apocados y destruidos”.

En el mundo aquel los dioses se comunicaban con los hombres a través de portentos, de señales, de pronósticos. Los prodigios eran la forma en que el universo hablaba con la gente. Moctezuma, sin embargo, no quiso creer las palabras de Nezahualpilli. Según fray Diego Durán, ambos gobernantes se retaron a un juego de pelota: si lo perdía Nezahualpilli sería señal de que los pronósticos que había traído eran falsos, y por lo tanto perdería su reino. Si el derrotado era Moctezuma, debería pagar sólo tres guajolotes, pero tendría que admitir que el augurio era exacto.

El juego fue perdido por el Huey Tlatoani de los mexicas. Se ha sugerido que Moctezuma hizo envenenar a Nezahualpilli para que no propalara entre el pueblo lo que iba a ocurrir. Sobre esto, desde luego, no hay ninguna certeza. Nezahualpilli murió hacia 1515, cuando los augurios estallaban sin cesar en el mundo azteca. Falleció antes de ver el fin que había augurado.

Moctezuma tampoco quería ver aquello. Mas los presagios se sucedían: durante un año, una espiga de fuego partió en dos el firmamento; ardió de pronto el templo de Huitzilopochtli (“ y cuanto más agua echaban, tanto más ardía”); un rayo sin tronido redujo a cenizas el Xiuhtecuhtli, y un cometa pasó arrojando brasas y centellas. Más tarde hirvió sin motivo el agua de los lagos y se oyó por las noches que una vieja, la diosa Cihuacóatl, gritaba por las calles: “¡Oh, hijos míos, que ya ha llegado vuestra destrucción!”, “¡Oh, hijos míos, ¿a dónde os llevaré?”.

El séptimo presagio es uno de los más maravillosos. Los pescadores encontraron en sus redes un pájaro ceniciento, que Moctezuma vio en la “casa de lo negro”. El ave tenía un espejo en la cabeza, en el que reverberaba el sol, con una luz nefasta y melancólica. Moctezuma miró ahí las estrellas, y “vio allá en lontananza como si algunas personas vinieran de prisa… se hacían la guerra unos a otros, y los traían a cuestas unos como venados”.

Cuando los magos fueron llamados para observar el portento, todo había desaparecido. No lograron mirar nada. Más tarde, el ave escapó. El último pronóstico narrado por Sahagún refiere la aparición de monstruos, hombres de dos cabezas que también desaparecían en cuanto eran llevados ante Moctezuma.

Todo eso se fue apagando. Moctezuma interrogaba constantemente a los magos, a sus intérpretes y adivinos, para saber si habían tenido alguna clase de sueño sobre lo que había de acontecer. Preguntaba con frecuencia a su corte si alguien había escuchado el llanto nocturno. Ordenó que si algún caminante encontraba a la llorona, le preguntara sin falta por la causa de su lloro.

Después de conocer los sueños de varias personas, en especial de viejos y viejas, Moctezuma se volvió a sus “hechiceros, encantadores y sortilegios” y les pidió que los interpretaran. Ellos no supieron decir nada. Fray Diego Durán cuenta que el tlatoani los acusó de engañar a todos, fingiéndose “hijos de la noche” (y “diciendo que sabéis todo quanto pasa en el mundo… y que veis lo que está devajo del agua y en las cavernas y hendiduras de la tierra y en los agujeros y manantiales de las fuentes”), y los condenó a ser encerrados hasta que murieran de hambre.

Antes que llegara 1519 hubo un pronóstico más, hubo un agüero más. Moctezuma había enviado a sus magos a detener a los españoles. Antes de acercarse a éstos, los magos tropezaron con un borracho vestido a la usanza de Chalco. El borracho se burló, los increpó: “¿Para qué porfías vosotros de venir acá? ¿Qué es lo que queréis? ¿Qué piensa Moctezuma de hacer? ¿Agora acuerda a despertar? ¿Agora comienza a temer? Ya errado; ya no tiene remedio”.

Los magos comprendieron que aquel borracho era Tezcatlipoca. El dios les mostró entonces una visión del futuro y ellos “vinieron a fijar los ojos con presura”. En el futuro ardían “los templos todos, y las casas comunales, y los colegios sacerdotales, y todas las casas de México”. Según Sahagún, “todo era como si hubiera batalla”.

El siguiente ciclo cósmico de 52 años se cumplió en 1554. Para entonces, de Tenochtitlan no quedaba absolutamente nada.Ese año Francisco Cervantes de Salazar escribió una crónica dedicada ya a la nueva ciudad, la ciudad fundada por Hernán Cortés sobre las ruinas ardientes de lo que un día fue México-Tenochtitlan.

Fuente: Nexos.com.mx, Texcocoeneltiempo.org