El síndrome de Stephen Candie se refiere a los que defienden los privilegios del patrón, más que el mismo patrón.
En la película de culto ”Django desencadenado”, de Quentin Tarantino, estrenada en 2012, se da vida a Stephen Candie, un mayordomo negro interpretado magistralmente por Samuel L. Jackson. Stephen es el peor verdugo de los esclavos de su misma raza en una plantación algodonera en el estado sureño de Mississippi en 1858.
Stephen, el mayordomo negro del amo blanco, Mr. Calvin J. Candie (Leonardo DiCaprio) no solo odia a la gente de su raza, también se cree blanco, rubio y de ojos azules. Y su amo Candie deja que su negro más servil se crea un Candie… mientras le sea útil. En la película hay una escena donde Stephen se enfurece al ver un hombre negro (Django ) montado a caballo. Y se dirige a su amo diciéndole enfurecido:
— ¿Ha visto, amo? ¡Ese negro tiene un caballo!
— Y… ¿Tú quieres un caballo, Stephen?
— ¿Pa’ qué coño quiero yo un caballo? ¡Lo que quiero es que él no lo tenga!
El síndrome de Stephen Candie se refiere a los que defienden los privilegios del patrón, más que el mismo patrón. Tal y como está estructurada la sociedad de hoy, es el ámbito propicio para que florezcan como una plaga los “Stephen Candie”. Como el mayordomo negro, esos “esclavos”, creen pertenecer a una clase social superior a la de sus congéneres. Los “amos” les han hecho creer que son “clase media”. Ellos reniegan de la clase trabajadora, «esos vagos son chusma que pretende vivir del Estado y sus apoyos sociales».
Creen en la meritocracia y en el sistema neoliberal de la no intervención del Estado en la economía de mercado, pero buscan con denuedo el atajo, la puerta de atrás o la gatera que les indica el amigo, el familiar o el politicastro de turno, para darles acceso a mejores puestos, o a estamentos que les abran las puertas para cobrar subvenciones a fondo perdido. Se autodenominan “emprendedores”, pero siempre con “padrinos”, siempre arropados por la oligarquía que les dan acceso a contratos amañados con “sobre-costes” con cargo al dinero de todos.
Los “Stephen Candie” son la incongruencia llevada hasta la estulticia más supina. En sus mentes se produce la enajenación ideológica. Que no es otra cosa que ser ajeno, es decir, estar fuera de uno mismo o verse a sí mismo como alguien extraño. Defender a los ricos siendo un asalariado implica una enajenación ideológica que deriva en algo similar al “Síndrome de Estocolmo”, que consiste en que una persona secuestrada termina por colaborar con su secuestrador.
Esa enajenación ideológica les hace obviar todas las tropelías y corruptelas que realizan continuamente sus “amos” sin ningún reparo, mediante los partidos políticos afines a los que ponen a trabajar a su dictado y que aprueban leyes que siempre les benefician y que van en detrimento de los “Stephen Candie”. A esos “negros” con ínfulas de “blanco” se les bombardea continuamente desde los medios de comunicación afines, hasta que somatizan los eslóganes más absurdos y estrambóticos.
Los “Stephen Candie” actuales defienden, con un fanatismo a ultranza, a sus propios maltratadores. Los respaldan con un apasionamiento y una tenacidad desmedida y lo que dicen sus “amos». Los “Stephen Candie” consideran que el resto de la humanidad, que no son y piensan como ellos, están poco menos que “adoctrinados” o lobotomizados, por eso ellos tratan de salvarnos de las feroces garras del comunismo que nos tiene oprimidos y esclavizados. Ellos tratan de hacernos ver que en “su lado” estaremos a salvo. Si de algo sabemos en este país es de “Salvapatrias”.
Los “Stephen Candie” no se dan cuenta de que se sirven de ellos, porque están obnubilados y les han hecho creer que son imprescindibles y de confianza, y los utilizan para sus arcanas confabulaciones, intrigas y tejemanejes, muchas veces de testaferros, de cabezas de turco y de chivos expiatorios. Y cuando no les sirven, por la razón que sea, que casi siempre es nimia, se deshacen de ellos y cogen otros, como los Kleenex; de usar y tirar.
En este país coexisten dos mentalidades antagónicas absolutamente opuestas por el vértice. Los que se consideran ciudadanos; que son personas libres consideradas como miembros “activos” de un Estado; titulares de derechos políticos y sometidos a sus leyes. Y por otro lado están los que se consideran súbditos que son sujetos “subordinados voluntariamente” a la autoridad de un superior con obligación de obedecerle.
El que es ciudadano en una democracia con frecuencia no es ciudadano en una oligarquía. Si vamos al diccionario de la RAE el término oligarquía en su segunda acepción dice: “Grupo reducido de personas que tiene poder e influencia en un determinado sector social, económico y político. El diccionario de español de la Universidad de Oxford tiene una definición todavía más acertada ”Sistema de gobierno en la que el poder está en manos de unas pocas personas pertenecientes a una clase social privilegiada”. El obrero que vota por la derecha es un Stephen Candie.