Un hombre de personalidad fría, pero cuya mirada fotográfica capturó a México, su más grande musa.
Caracterizado por una personalidad racional, Guillermo Kahlo vivió su historia como los edificios que retrataba: a partir de la fuerza y la construcción de un legado. Aunque, y a pesar de su frío temple, la belleza y seducción de México lo volvió un romántico empedernido.
Hablar de la historia de Guillermo Kahlo antes de su llegada a México es una misión casi imposible. Respecto a ésta, los datos biográficos como su nacimiento en Pforzheim, Alemania; su nombre original: Carl Wilhelm Kahlo o su estancia en la Universidad de Erlangen-Núremberg son los más conocidos.
No obstante, la existencia en torno a una anécdota familiar u otro detalle de su vida se desconoce. Y es que este misterio nos revela algo más: el apellido Kahlo estaba destinado a sólo escribirse en México. Tanto así, que cuando Wilhelm llegó a tierras mexicanas en 1890, la sincronía con este país lo llevó casi de inmediato a hispanizar su nombre como Guillermo.
Este acto, el cual también podría interpretarse como un deseo de abandonar su antigua vida, lo colocó en los rieles de un nuevo camino. Uno que, al poco rato, lo hizo casarse en 1893 con María Cardeña, esposa con la que compartiría un pequeño lapso de su vida, hasta que en 1898 quedó viudo. Sin embargo, la historia no le deparaba la soledad a Guillermo, por lo que se casó con Matilde Calderón, mujer con la que años después tendría a su famosa hija Frida.
El gusto por el arte llegó a Kahlo cuando su suegro (del segundo matrimonio) lo hizo incursionar en la fotografía y, poco después, abrir un taller. Dicha inclinación se volvió un oficio cuando aceptó su primera comisión, fotografiar la Casa Boker, un caso de éxito, debido a que fue el producto impreso más difundido de sus tiempos en el continente americano.
Pero este no sería el único logro en la vida de Guillermo Kahlo. Su estilo era único y su visión de vanguardia concordaba con la que el gobierno de Porfirio Díaz quería dar al mundo. Entre sus trabajos más reconocidos estuvieron la producción del álbum México 1904 y el registro visual de la Casa de los Azulejos; la Cámara de Diputados en Donceles, el Palacio de Bellas Artes, el Hospicio de Niños y la captura del retablo de iglesias, imágenes que él tomó por iniciativa propia.
No obstante, y más allá de que su estilo sería nacionalmente conocido por el avance tecnológico que la época del Porfiriato quería dar, Kahlo demostró tener un lado suave cuando se trataba de fotografía a su hija predilecta, Frida. Y es que, en las fotografías que Guillermo tomó de Frida, aparece otro tipo de estética, más cálida y humana. Esto nos muestra la versatilidad del artista y, más que nada, la valía e importancia de rescatar este personaje en la historia del arte.