Mucha gente en busca de la espiritualidad trata de dar una imagen pulcra y perfecta, pero en realidad esto no tiene nada que ver con la espiritualidad.
Hablan bajo para aparentar tener paz interior, llevan una dieta vegetariana, vegana, o viven de la energía pránica o del sol para sentirse más conectados, visten ropas exótica para sentirse diferentes, o se fuman cuanta yerba les pongan, se comen hongos, peyote, ayahuasca, sapos del desierto y hacen cursillos de yoga, biodanza, meditaciones orientales, a ley de atracción, de prosperidad, de constelaciones familiares, temazcales, registros akashicos, ciencias futuras o de quinta dimensión para sentirse más espirituales, pero la realidad es que que todo eso no tiene nada que ver con la espiritualidad.
Hemos convertido la espiritualidad en un producto de consumo. Buscamos la espiritualidad en religiones, cursillos, talleres, conferencias y la asociamos con incienso, velas, saumerios, cartas astrales, esterillas, cuencos, budas, música chilaut y vestidos de lino. La verdadera espiritualidad no tiene nada que ver con las cosas que puedas comprar o tener en el exterior.
No eres más espiritual y consciente por tener más dinero o llevar una esterilla colgada del hombro. No eres más espiritual por considerarte un ser de luz sino íntegras tus sombras y oscuridades. Tampoco eres más espiritual por decir «Namaste» «Que Dios te bendiga» «oraciones» y saludos al planeta y a los demás a través de las redes sociales.
Mientras sigamos buscando la espiritualidad en una religión, un gurú, ritual o enseñanza, estaremos buscando una espiritualidad de mercadeo y consumo. Ninguna religión, gurú o enseñanza va a poder darte lo que ya está en tu interior. Pero si lo que quieres es apuntarte a una moda espiritual entonces vete a un asram, inscríbete en un grupo esotérico, da charlas y conferencias espirituales y haz todos los talleres de moda que puedas, y con el tiempo descubrirás que solo has cambiado en la superficie.
La mayoría de la gente no quiere ser responsable de su espiritualidad y le dan esa responsabilidad a un mentor, coach, gurú o maestro que los oriente y los lleve a la plena realización o a «la mejor versión de ti mismo» cómo se suele decir. Por eso hay tantos gurús hoy en día. Nunca ha habido tantos maestros, gurús, especialistas y diplomados en espiritualidad como hoy. ¿Cuántos de esos títulos que tienes colgados en la pared te definen? ¿Cuántos de esos cursillos y talleres te han mostrado quien eres realmente? ¿Cuántos de esos diplomas te llevarás contigo cuando te mueras? Ninguno. Pero se ha aceptado el juego de discípulo maestro, mentor seguidor, experto iniciado, vendedor comprador.
Alguien te dice que tiene la verdad y tu se la intentas comprar. Es negocio los libros, los cursillos, los talleres y las conferencias que el maestro de moda te vende. Compras todo porque estás habituado a comprar y crees que comprando puedes ser espiritual. Vives en un negocio espiritual. Mercader comprador. Vendedor cliente. Yo te vendo unas ideas sobre lo que es la espiritualidad y tu me las compras. Pero esas ideas serán unas ideas prefabricadas, de segunda mano, no serán originales, no serán tuyas, no serán verdad. Todas las verdades que compres de otros serán mentira.
Pese a que el laicismo crece en muchas regiones del mundo, el mercado de la espiritualidad está más vigente que nunca. La creación y explotación de productos asociados a temáticas espirituales se ha vuelto muy rentable. Solo en Estados Unidos, el valor de mercado de la organizaciones religiosas en 2022 fue de unos 156 000 millones de dólares. Y en la región de Asia-Pacífico el mercado religioso, con un valor de más de 5 000 millones de dólares en 2022, podría alcanzar los casi 16 000 millones en 2033.
Gran parte de esos beneficios proceden del turismo espiritual, que incluye peregrinajes a sitios de fe, retiros espirituales, turistas que visitan espacios religiosos por su valor histórico o cultural, museos y eventos periódicos o únicos, como las Jornadas Mundiales de la Juventud o las visitas papales, en el caso de la religión católica. Unos 600 millones de viajeros alrededor del mundo practican turismo espiritual.
Hace 50 años la contracultura hippie planteó una espiritualidad distinta a la que las grandes religiones proponían hasta entonces. El movimiento utilizó la meditación como forma de autoconocimiento y autocontrol. Esta propuesta fue bien acogida por muchos de los ídolos musicales de la época, entre ellos los Beatles. Bajo el influjo de esta experiencia mística, los Beatles compusieron canciones como “Mother Nature’s Son”, “Sexy Sadie”, “All You Need is Love”, “Across the Universe” o “My Sweet Lord”, entre otras.
¿Cómo salir de esta trampa? Deja de consumir espiritualidad y drogas, si todavía puedes… busca la verdad de tu corazón. Y pregúntate ¿cómo puedo llegar a ella? ¿Qué tengo que hacer? ¿Cómo puedo alcanzarla? Lo primero de todo DEJA DE PREGUNTAR A OTROS COMO ALCANZARLA. Deja de buscar y de consumir espiritualidad y reconoce que lo que buscas ya viene de serie dentro de ti, y que ninguna religión, gurú o enseñanza te lo puede dar.
Te voy a decir algo que va a derrumbar toda tu espiritualidad de consumo. Lo que buscas ¡YA LO TIENES! No necesitas hacer nada ni llegar a ningún sitio especial ni activar la kundalini ni el tercer ojo. YA ERES. YA ESTÁS COMPLETO. YA ESTÁS ILUMINADO. YA ERES PLENO. Deja de perder el tiempo con jueguitos. Nada ni nadie te va a poder dar o vender tu ser. Es un autodescubrimiento personal. Es tu aventura. Tu viaje. Pero mientras sigas jugando al juego de la espiritualidad y sigas haciendo cursillos y talleres espirituales para entretenerte mentalmente te estarás apartando de la verdadera espiritualidad que reside en tu corazón.
Deja de comprar y de consumir espiritualidad. La espiritualidad es gratis. Está en el aire que respiras, en el sol, en las estrellas y en tu corazón.