¿Las personas nos conocemos por casualidad, o existe quizá un hilo invisible que guía estos encuentros?
La cultura japonesa nos dice que estamos predestinados unos con otros mediante un hilo rojo. Un hilo no visible a simple vista y atado a nuestros dedos meñiques.
Los japoneses siempre han sido muy especiales en materia de tradiciones. El mito del hilo rojo del destino está bastante asentado entre su cultura popular, un concepto que viene a decirnos que nada es casual, que nuestros amigos y parejas no han llegado hasta nosotros por coincidencia.
Todos nacemos con un hilo rojo atado a nuestros meñiques que están a su vez unidos a otras personas. Pero eso sí, este hilo puede enredarse o incluso trenzarse, todo ello provoca que la aparición de determinadas personas tarde más o menos en ocurrir pero el hilo nunca se rompe, y todos acabaremos conociendo a las personas para las cuales, se nos ha predestinado.
Se tiene consciencia de que, en ocasiones, se crean universos imaginarios con la intención de que sean refugios ante la realidad, pero asimilar que el camino de toda persona está determinado, es una idea que no sólo aterra sino complica más la existencia del proverbio “Deja que todo fluya”. Según la leyenda japonesa, el hilo del destino nace con la arteria ulnar, (arteria ulnaris), la cual conecta al corazón y ésta, a su vez, hace un recorrido que va desde el centro del pliegue del codo hasta el borde interno del brazo y la palma para concluir en el dedo meñique.
Al revelar tal hallazgo científico, los habitantes del antiguo Japón comenzaron a relacionar el destino con el sentimiento más efervescente y aterrador: el amor. Teoría que basa su difusión en que los hilos rojos son la representación de los caminos del destino, los cuales se conectan directamente al corazón. Determinación que asegura: el hilo puede enredarse o trenzarse, pero jamás romperse. El hilo rojo del destino simboliza el interés compartido y la unión de los sentimientos. No importa el tiempo, el lugar o la circunstancia, por más que se pretenda escapar del camino, el camino ya está escrito.