El bolero es uno de los oficios que tuvo su auge en la década de 1940, cuando la gente del campo llegó a la ciudad.
Por Sheynna Cornejo.- El gusto por traer el calzado lustrado para ir a trabajar o salir a bailar hizo que este oficio surgiera, ya que con anterioridad las calles y avenidas no estaban pavimentadas y el polvo o el lodo le daban mal aspecto al calzado.
Los grandes hoteles daban como principal servicio el lustrar zapatos y se podía ver desde afuera las sillas de madera diseñadas para realizar esa tarea. En el centro de Texcoco se puede observar en varios puntos las sillas y lugares de cada una de estas personas que se dedican a este tradicional oficio.
Un ejemplo de ellos es el señor Pedro Hidalgo Paul, que desde 1971 ejerce este oficio con la enseñanza de su padre Lorenzo Ortiz. Además nos comenta que él empezó como ayudante de los demás boleros del centro y el gusto por su trabajo lo ha hecho uno de los más antaños en Texcoco, boleando de todo y convirtiendo un zapato negro en azul sin ningún problema.
Tiene clientes de todo tipo y su convivencia con las personas lo toman hasta terapéuticamente, creando empatía y confianza con las personas, ya que hasta de psicólogo lo ha hecho.
El lustrar y pintar el calzado hoy en día no se frecuenta tanto como antes, puesto que las nuevas generaciones acostumbran usar tenis pero eso sí, el calzado formal nunca hace falta, así que sigamos frecuentándolos y consentir nuestro calzado de vez en cuando para que este oficio artístico, con mucha tradición, no se pierda.