El amaranto, alimento sagrado, en la CDMX se ha consumido desde la época prehispánica y recientemente se le reconoció como Patrimonio Cultural Intangible.
El amaranto en la Ciudad de México ha sido un símbolo cultural milenario, sobre todo en el pueblo de Santiago Tulyehualco. Hoy ya es Patrimonio Cultual Intangible.
El amaranto ha resurgido, sobre todo en la última década estudios de distintas partes del mundo destacan su calidad nutricional, sorprendente: proteínas, lípidos, almidones, carbohidratos, vitaminas A, C, D y K, así como minerales, etc. Además de sus bondades para la salud, y de su generosidad para crecer en lugares poco fértiles, el amaranto es también un signo del pasado: su simbolismo milenario ha despertado también un interés por las culturas mesoamericanas que lo situaron en un “lugar” sagrado, sobre todo los mayas y los aztecas.
Al amaranto solía mezclársele con miel de maguey y con esta mixtura se hacían representaciones de la vida cultural de los aztecas: desde figurillas de animales, guerreros, naturaleza, aunque sobre todo con ella se moldeaban representaciones de los dioses que luego se comían las personas, un singular ritual en el que los hombres “participaban de la divinidad”, comiéndola directamente.
Como lo anterior fue considerado por los españoles herejía (aunque ellos mismos también “participaban de su dios” comiéndolo en la eucaristía) el consumo de amaranto disminuyó notablemente durante la época de la colonia.
Hoy el interés por el amaranto ha resurgido y este se ha consolidado como una “vía” de desarrollo para campesinos en el siglo XXI. Como parte de esta afortunada tendencia en la Ciudad de México recientemente el amaranto fue declarado como Patrimonio Cultural intangible de la Ciudad de México, en específico la “Alegría de Tulyehulaco”.
Lo que se declara patrimonio cultural intangible no sólo es la semilla, sino toda la cultura y la memoria histórica que está detrás de su cultivo. Todos los saberes que se conservan para haber trasformado el amaranto en un dulce exquisito. El Patrimonio Cultural Inmaterial, término acuñado por la UNESCO y surgido apenas en la década de los 90, reconoce por primera vez la enorme riqueza en la “abstracción humana”: una creencia, tradición.
Finalmente, las ideas configuran la realidad y hay “realidades” que no deben morir ya que nos engrandecen; el amaranto ha sido reconocido en esta categoría, alimento de los dioses y de los humanos, sagrado, generoso.