Einstein dijo creer en el Dios de Spinoza, un Dios que se muestra a sí mismo a través del orden y la armonía de las leyes universales y cuyo intelecto participa en la mente humana.
Einstein dijo identificarse con «el Dios de Spinoza». La confusión nace de que la divinidad que postuló Baruch Spinoza ha sido interpretada de formas diversas, entre ellas como un ateísmo, bajo la interpretación de que su panteísmo (la inmanencia de Dios) oculta realmente un ateísmo en tanto a que se puede substituir a Dios por la Naturaleza, y en tanto a que no necesariamente implica un culto o adoración a esa Naturaleza.
Gerald Holton, profesor de la Universidad de Harvard, quien fue designado curador del archivo de Einstein, mantiene que Einstein atravesó un periodo religioso y otro científico y que al final los conjugó ambos. «Definitivamente sí [creía en Dios]. Pero debemos recordar que así como inventó su física y su estilo de vida, también inventó su religión… Era el Dios de Spinoza, que introdujo la racionalidad en el mundo, de modo que la Naturaleza y Dios se identifican».
En una entrevista de 1930 publicada en el libro Glimpses of the Great de G. S. Viereck, Einstein explica:
“La mente humana, no importa que tan entrenada esté, no puede abarcar el universo. Estamos en la posición del niño pequeño que entra a una inmensa biblioteca con cientos de libros de diferentes lenguas. El niño sabe que alguien debe de haber escrito esos libros. No sabe cómo o quién. No entiende los idiomas en los que esos libros fueron escritos. El niño percibe un plan definido en el arreglo de los libros, un orden misterioso, el cual no comprende, sólo sospecha. Esa, me parece, es la actitud de la mente humana, incluso la más grande y culta, en torno a Dios. Vemos un universo maravillosamente arreglado, que obedece ciertas leyes, pero apenas entendemos esas leyes. Nuestras mentes limitadas no pueden aprehender la fuerza misteriosa que mueve a las constelaciones. Me fascina el panteísmo de Spinoza, porque él es el primer filósofo que trata al alma y al cuerpo como si fueran uno mismo, no dos cosas separadas”.
Hay que mencionar que, en muchos sentidos, la filosofía de Spinoza es una ruptura con la filosofía cartesiana que remarca el dualismo entre cuerpo y alma (o mente). Spinoza concibe en su Ética, en cambio, una única sustancia, la cual define como aquello «que es en sí mismo y es concebido por sí mismo, esto es, aquello cuyo concepto no requiere del concepto de otra cosa para formarse». De aquí que la única sustancia, aquello que no necesita de algo más, sea Dios. «Excepto Dios, no existe sustancia que pueda darse o concebirse». La sustancia de Spinoza es infinita e indivisible; como la energía de Einstein, no se crea ni se destruye.
En otra famosa respuesta, Einstein contestó un telegrama del rabino Herbert S. Goldstein sobre su visión religiosa diciendo escuetamente: «Creo en el Dios de Spinoza. Quien se revela a Sí mismo en las armoniosas leyes del universo, no en un Dios quien se ocupa del destino y el castigo de la humanidad». Aquí se hace una alusión al gran atractivo que ha hecho de la filosofía de Spinoza sumamente atractiva para muchos científicos y filósofos que sienten una religiosidad cósmica (no antropomórfica) que se aleja de los grandes monoteísmos (basados en una figura divina patriarcal que castiga o premia), y lo cual hizo que incluso fuera acusado de ateísmo en su época.
«Los hay que se representan a Dios como un hombre compuesto de cuerpo y alma y sometido a pasiones; pero ya consta, por las anteriores demostraciones cuán lejos vagan éstos de un verdadero conocimiento de Dios», escribió. Esto es así ya que si bien todas las cosas, dice Spinoza, son en Dios, Dios no es corpóreo, ya que los cuerpos están, por definición, limitados. Esta es su definición de Dios: Por Dios entiendo un ser absolutamente infinito, esto es, una substancia que consta de infinitos atributos, cada uno de los cuales expresa una esencia eterna e infinita.
Otra de las grandes razones, por las cuales el Dios de Spinoza es tan atractivo para mentes científicas es que en ningún momento recurre a lo supernatural o a lo milagroso. Dios aunque es todo, es conocido (intuido) adecuadamente en sus leyes. «Todo lo que ocurre, ocurre en virtud de las solas leyes de la infinita naturaleza de Dios y se sigue de la necesidad de su esencia». Y todo lo que ocurre se produce por necesidad, no por un acto de voluntad creativa o arbitrariedad; el universo es determinístico, algo que es lógicamente muy atractivo para un científico o matemático que observa el edificio cósmico de la causalidad y encuentra ecuaciones o constantes universales que parece existir eternamente.
Einstein también reconoció la importancia de este sentimiento de religiosidad cósmica, basado en el conocimiento de lo «Misterioso». El misterio es lo más hermoso que nos es dado sentir -el conocimiento de la existencia de algo insondable para nosotros, la manifestación de la más profunda razón aunada a la más resplandeciente belleza. No puedo imaginar un Dios que castiga o recompensa a los objetos de su creación, o que tiene una voluntad del tipo que experimentamos nosotros mismos.
Me satisface el misterio de la eternidad de la vida con la conciencia de –y atisbos de- la maravillosa construcción del mundo existente en conjunto con la determinación expedita a comprender una porción, aunque sea pequeña, de la razón que se manifiesta a sí misma en la naturaleza. Esta es la base de una religiosidad cósmica, y me parece a mí que la función más importante del arte y la ciencia es despertar este sentimiento entre los receptivos y mantenerlo vivo.
Fuente: Pijamasurf.com