Chipilo es un pueblo mexicano tan peculiar que todavía se habla un dialecto italiano que ya no existe en Italia.
Chipilo de Francisco Javier Mina es una comunidad pequeña como muchas, menos de 5,000 habitantes, pero es única y peculiar como ninguna. Aquí casi no se habla castellano ni náhuatl sino véneto, un dialecto del noreste de Italia legado de una inmigración que cruzó el Atlántico a finales del siglo XIX.
De hecho, este pueblo mexicano es tan peculiar que el dialecto italiano que se habla ya no existe ni en Italia. Se encuentra a 15 kilómetros de Puebla, y parece que los años no han pasado.
En 1880, cuando el Río Pave arrasó con la región de Véneto en Italia, y las personas lo perdieron todo, de tal modo que cruzaron el Atlántico al escuchar que Porfirio Díaz, proveería terrenos y animales a agricultores del Mediterráneo que quisieran emigrar a su país.
Era el 2 de octubre de 1882 38 familias de Segusino, un pequeño municipio de la provincia de Treviso, a los pies de los Alpes, desembarcaron en México y la historia cuenta que compraron terrenos, se dedicaron a la agricultura y a la ganadería y se especializaron en el arte de producir queso.
Cada una de las farolas de Chipilo lleva pintada una bandera italiana. Aquí los niños hablan vénetos, castellano, algunos hablan inglés, y muchos chipileños son rubios y de ojos claros en una tierra de mestizaje; comen polenta, plato del norte de Italia a base de harina de maíz, y juegan al bocce parecido a los bolos pero practicado en un campo de arena.
Incluso tienen un montículo llamado Monte Grappa, en honor a los caídos italianos en la Primera Guerra Mundial. La estatua de una virgen y un trozo original del macizo italiano, regalo de la tierra querida, vigilan el pueblo desde lo alto de la colina. Pero hasta 1982, centenario de la fundación de Chipilo, los vénetos de México no tuvieron ningún contacto con Italia.
Se dice que al igual que los italianos, los chipileños se gritan de un lado al otro de la calle para saludarse o para comentar lo último ocurrido en el pueblo. Se festeja el 16 de septiembre y cuando Italia mete gol y están pidiendo el véneto se reconozca como lengua indígena y es un sitio con la máxima esencia italiana y donde los productos lácteos no tienen comparación.
En Chipilo es indispensable los quesos como el de hebra o el panela, al igual que los italianos: parmesano y provolone. A diferencia de cualquier otro típico pueblo mexicano, aquí no hay ninguna plaza principal rodeada por el mercado y el palacio municipal.
Lo que sí podemos encontrar es una iglesia, aunque dista mucho del estilo barroco o churrigueresco de algunas catedrales del país. La Parroquia de la Inmaculada Concepción se distingue por la sencillez del estilo de la región del Norte de Italia.
La mejor vista del pueblo se puede obtener desde la cima del Cerro de Grappa, donde además de una sorprendente panorámica, es posible observar una escultura del Sagrado Corazón de Jesús, otra en honor a la Virgen del Rosario. En Chipilo aún continúan las antiguas tradiciones de ir a comprar salado a la tienda de don Domingo, la cual es una puerta blanca sin letrero o señalización, pero en donde se elaboran embutidos finos y tradicionales.