Aunque sea difícil reconocerlo, lo cierto es que existen buenos argumentos para considerar que estamos en pleno proceso de despertar.
La inequidad, la pobreza, la injusticia, la falta de ética y de empatía, la escolarización disfrazada de libertad, el consumo patológico, la élite voraz, son solo algunos de los ingredientes que están presentes en nuestro paisaje y que saltan a la vista, de forma cruda.
Si consideramos lo insostenible de los sistemas que rigen buena parte de la realidad, y si nos abocamos a observar con mayor detenimiento, entonces comenzaremos a notar crecientes detalles que, de forma esperanzadora, insinúan que también hay cosas increíbles ocurriendo justo en este instante. Es más, estas señales incluso sugieren la gran posibilidad de que nos encontremos ya inmersos en un proceso de franca transformación para bien, algo así como una imparable evolución colectiva.
Alimentación. Hoy las personas, o buena parte de ellas, goza de una conciencia inédita sobre las implicaciones que tiene la alimentación en nuestro cuerpo y nuestra mente. Cada vez somos más los que ponemos atención en qué es lo que comemos y nos hemos volcado a informarnos y reflexionar sobre un tema que, aunque muchos no lo crean, hace apenas tres o cuatro décadas era un aspecto estéril de nuestra existencia.
Empleo. El viejo modelo de empleo parece estar rápidamente caducando. Las industrias creativas cada vez ganan más fuerza, y fórmulas laborales más libres y menos esclavizantes son cada vez más comunes. Hoy, más que nunca, se favorecen cualidades como la innovación y la creatividad por encima de la automatización o la sumisión.
Educación. Aunque el sistema educativo más común sigue evidenciando deficiencias estructurales y falta de una cultura que verdaderamente incentive la sed de conocimiento, también es verdad que alternativas educativas, incluidos modelos mucho más personalizados, sensibles y respetuosos con la naturaleza de los niños, están aflorando y son cada vez más privilegiados por cientos de miles de padres alrededor del mundo.
Revaluación de la naturaleza. Si bien los estigmas pseudoeducativos, las improntas culturales, que advierten en la corporativización, la industrialización y similares, la fuente del progreso, permanecen vigentes entre muchos, cada vez son más las personas que se dan cuenta que el contacto cotidiano con la naturaleza es un inmejorable aliado para elevar su calidad de vida y su condición humana.
Colectividad. En parte relacionado a los medios digitales, a la hiperconectividad y la colaboración, hoy la colectividad, lejos de los héroes solitarios o los genios individuales, se perfila como el más poderoso pulso social.
Espiritualidad. Cansadas del consumo, el materialismo y la racionalidad, y después de haber comprobado sistemáticamente que estos ingredientes están lejos de la tranquilidad y la felicidad que todos buscamos, la espiritualidad, es decir el cultivo del espíritu, es un elemento fundamental en la vida de millones. Esto permite armonizar y complementar la existencia, dotándola de un sentido más trascendental, menos inmediatista y sobretodo menos egoísta.
Conciencia medioambiental. Aunque aún el escenario medioambiental sea bastante triste, si miramos con detenimiento las prácticas y hábitos de una buena parte de la población mundial, comprobaremos que hay una dosis de conciencia que hasta hace unos años hubiera sido impensable (hoy millones reciclan, hoy millones no tiran basura, hoy millones están dispuestos a sacrificios cotidianos por el bien del planeta).
Salud preventiva. Hoy somos muchos los que finalmente hemos aceptado que nuestra salud está literalmente en nuestras manos. Es decir, que buena parte de nuestra salud nos la jugamos con los hábitos y decisiones que tomamos a diario: hábitos de sueño, de alimentación, de actitudes, etc.
Fuente: Pijamasurf.com