Actualmente, el sistema educativo mexicano está muy lejos de ser uno de los mejores del mundo, pero no siempre fue así.
Hubo una época en la que la nación mexica honró este suelo con uno de los sistemas educativos más eficientes del mundo. Como muestra, sólo hay que revisar un poco la historia.
Hablar de escuelas en tiempo de las primeras naciones americanas, nos hace inmediatamente comparar su sistema educativo con los de los europeos de entonces. Aunque fueron muy diferentes, los nativos estuvieron muy por encima en cuanto a cobertura se refiere, pues como veremos a continuación, los mexicas fueron los primeros en brindar educación pública, gratuita, obligatoria y general.
Tal era la eficiencia de su educación que los llevó de pasar a ser un pueblo vasallo a ser los amos y señores de su mundo, en sólo 70 años ¿Impresionante no?
Los hijos de los nobles mexicas, que ahora conocemos como los hijos de aquellos que tenían altos puestos en el gobierno o simplemente mucho dinero (los pipiltin), eran educados desde los seis años y hasta los quince en el Calmécac. Esta era una institución educativa en la que, lejos de contar con privilegios como era común en los países de Europa, debían barrer, acarrear leña y realizar otras tareas, además de participar en obras públicas y en la agricultura.
Para la nación mexica, la educación representaba un aspecto fundamental para el desarrollo de cualquier estrato social. Aunque, para los herederos del poder, la responsabilidad era mayor, ya que ellos serían quienes iban a regir el destino de la sociedad. Entonces, la educación de los pipiltin era mucho más exigente, dada la naturaleza de los cargos que en un futuro ostentarían.
En ese sentido, no existía un trato especial para los pipiltin y la única diferencia que había entre el Telpochcalli (escuela para la gente común) y el Calmécac, era el tipo de conocimiento impartido.
En Calmécac se enseñaban el arte de gobernar, la disciplina militar, la lectura de códices, el conocimiento de los astros y la lectura de los tonalamatl (los libros del Destino en los que se leía cómo sería la vida y el carácter de cada persona de acuerdo a la fecha de su nacimiento). También se aprendía botánica, herbolaria, escritura, idiomas, arte de guerra y manejos de la administración pública.
La disciplina era tal que los jóvenes que estudiaban ahí no se podían comportar de manera indebida, ya que podían recibir sanciones que incluían la pena de muerte.
Los maestros acudían a los hogares de los niños y jóvenes para invitarlos, exhortando a los padres a enviar a los hijos varones a la escuela y a las mujeres a recibir lecciones de la madre en actividades del hogar. Los Telpochcalli estaban distribuidos en distintos barrios de la ciudad y los jóvenes que acudían a estos recibían una educación bélica, por lo que la deidad patrona era Tezcatlipoca, deidad vinculada con la guerra.
El mismo fray Bernardino de Sahagún mencionó, como parte de sus crónicas, la existencia de siete Calmécac (hileras de casas en náhuatl) dentro del recinto sagrado de Tenochtitlán. Uno de ellos era el Tzonmolco-Calmécac, que estaba ligado físicamente al templo de la deidad del fuego. México-Calmécac estaba dedicado a Tláloc, Señor de la lluvia, y así cada una de las escuelas se especializaba en el trato de una deidad diferente, así como cada una también gozaba de cierta reputación y especialización diferente.