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VIVIMOS EN UN MUNDO FICTICIO

La teología de Philip K. Dick dice: “Parece que somos bucles de memoria en una sistema computacional pensante en el que, aunque hemos correctamente grabado y almacenado miles de años de información experiencial, y cada uno de nosotros posee depósitos un tanto diferentes de todas las otras formas de vida, hay un mal funcionamiento en la recuperación de la memoria. … pero ¿Quién es esta persona? 

Philip Kindred Dick nació en Chicago, el 16 de diciembre de 1928 y murió en Santa Ana, California el 2 de marzo de 1982, fue un prolífico escritor y novelista de ciencia ficción, que influyó notablemente en este género. En sus obras trató temas como la sociología, la política y la metafísica. Tiempo después se centró más en la metafísica y la teología, basándose en su propia experiencia vital y reflejando su obsesión con las drogas, la paranoia y la esquizofrenia. Dick pasó la mayor parte de su carrera como escritor casi en la pobreza y obtuvo poco reconocimiento antes de su muerte. Tras ésta, sin embargo, la adaptación al cine de varias de sus novelas le dio a conocer al gran público. Su obra es hoy una de las más populares de la ciencia ficción y se ha ganado el reconocimiento del público y el respeto de la crítica.

Philip K. Dick
Philip K. Dick

En su obra “The Exegesis”  explora y reflexiona sobre un intrigante episodio que le ocurrió en 1974 y del cual se deriva su teología. Estas meditaciones metafísicas, que no fueron escritas para ser publicadas, constan de más de 9,000 páginas, las cuales fueron editadas para componer una obra relativamente digerible. La teología de Dick es, como quizás sea obvio para sus lectores, una espectral madeja de paranoia y lucidez que, más allá de explorar una veta un tanto radical (y alucinatoria) del cristianismo, se centra en la preocupación central de la obra de este escritor: ¿Qué es la realidad?

El 20 de febrero de 1974, Phillip K. Dick vivió un acontecimiento en el que, aparentemente, un rayo láser rosa le disparó una corriente de conocimientos arcanos. Ese mismo día, Dick fue al dentista a que le quitaran las muelas del juicio bajo los efectos del tiopentato de sodio. Pocas horas después se halló sufriendo un dolor extremo en su casa. Su esposa habló a la farmacia a pedir analgésicos. Tocaron a su puerta y, según relata, Dick sintió la necesidad de abrir él mismo pese a que estaba sangrando y adolorido. La chica de la farmacia llevaba puesto un collar brillante con un pez dorado en el centro. Este pez hipnotizó a Dick, quien le preguntó a la chica:

-“Qué significa?”

La chica tocó el pez dorado resplandeciente con su mano y dijo: -“Es un símbolo usado por los primeros cristianos”.

Luego me dio mis medicamentos. En ese instante, mientras volteaba a ver el símbolo del pez brillante y oía sus palabras, experimenté de súbito lo que luego descubrí se conoce como anamnesis (una palabra griega que significa, literalmente, “pérdida del olvido”). Recordé quién era y dónde estaba. En un instante, en un parpadeo, todo regresó a mí. Y no solo podía recordarlo: lo podía ver. La niña era una cristiana secreta y yo también. Vivíamos con miedo de ser detectados por los romanos. Teníamos que comunicarnos con signos crípticos. Ella me había dicho esto y era verdad.

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Phillip K. Dick viviría el resto de su vida, hasta 1982, obsesionado por este episodio que incluiría una serie de comunicaciones telepáticas el mes subsecuente. De aquí se desprende la extraña cosmogonía de Phillip K. Dick.

En su ensayo How to Build a Universe That Doesn’t Fall Apart explica: La respuesta a la que he llegado tal vez no sea la correcta, pero es la única que tengo. Tiene que ver con el tiempo. Mi teoría es esta: en algún sentido fundamental: el tiempo no es real. O quizás sí sea real, pero no como lo experimentamos o como imaginamos que lo es. Tuve una aguda y abrumadora certidumbre de que pese a todo el cambio que vemos, un paisaje específico permanente subyace al mundo del cambio: y este paisaje invisible subyacente es el de la Biblia; es específicamente, el periodo inmediato a la muerte y la resurrección de Cristo; es en otras palabras, el tiempo del Libro de  los Hechos. 

Puede parecer un tanto delirante que un escritor ahora tan reconocido, y cuyas historias alimentan el cine y la televisión cada vez más, creyera que en realidad estamos en Judea, inmóviles. VALIS, novela en la que el rayo láser que percibió dispararse del collar de la repartidora de fármacos se vuelve el rayo láser satelital que usa la computadora cósmica para proyectar hologramas y transmitir información en la Tierra y mantener también esta ilusión temporal. El sueño eléctrico de la divinidad de Dick, novelado, en el que ésta divinidad informática que proviene de Sirio se comunica con él para revelarle lo que podríamos llamar los intersticios de la Matrix.

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Dick escribió en Exegesis:

Parece que somos bucles de memoria en una sistema computacional pensante en el que, aunque hemos correctamente grabado y almacenado miles de años de información experiencial, y cada uno de nosotros posee depósitos un tanto diferentes de todas las otras formas de vida, hay un mal funcionamiento en la recuperación de la memoria. 

 La obsesión por el episodio epifánico de K. Dick se vio aumentada por el hecho de que aparentemente recibió información telepática que comprobó ser cierta más allá de su mente.  Supuestamente se le avisó que su hijo estaba enfermo y podría morir. Examinaciones médicas de rutina mostraban que el niño no tenía ninguna enfermedad; sin embargo, Dick insistió en que se realizaran exámenes exhaustivos. Se le descubrió una hernia inguinal que lo habría matado si no hubiera intervenido la inteligencia cósmica.

Esta comunicación, de manera cambiante, fue percibida por Dick como proveniente de una inteligencia del sistema estelar de Sirio. Los emisores son los constructores originales, que en VALIS revelan: “Nunca lo hemos dejado  de hacer… Todavía construimos. Construimos este mundo. Esta matriz de espacio-tiempo”. Dick liga a los arquitectos de la Matrix sirianos con los cristianos del código del pez: ¿Acaso las entidades sirianas son semidioses marinos, una especie de peces cibernéticos súper-evolucionados, cuyo linaje entronca con Cristo?

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Añadiendo a la mistificación, por el tiempo de la invasión cósmica mental la esposa de Dick supuestamente transcribió sonidos cuando lo oyó hablar dormido y descubrió que estaba hablando en griego koiné, el dialéctco que se hablaba en la era helénica de la antigua Grecia y el cual nunca había estudiado. Este episodio de supuesta xenoglosia no se ha podido aclarar si es parte de una mitificación à propos del mismo Dick o un suceso que él mismo pensó que sí ocurrió (quizás en su mente se borran las fronteras entre su obra y la realidad).

Evidentemente los críticos y biógrafos de Phillip K. Dick proponen teorías alternativas para explicar la fuente de su trance visionario. Una de las versiones más socorridas es la de que este episodio fue propiciado por un ataque de epilepsia del lóbulo temporal. También se han esbozado versiones de que fue el resultado del exceso de vitaminas que consumía, un flashback de su experimentación con drogas psicoactivas o simplemente una manifestación de su psique desequilibrada que por momentos lo llevaba a la locura.

Aún más interesante que definir qué fue lo que sucedió aquella mítica tarde del 20 de febrero de 1974 es navegar a través de las elucubraciones que suscitó dicho episodio, consolidando en este escritor una inexorable suspicacia de que la realidad que experimentamos es falsa. Aquí vale la pena salir un momento de la dimensión psicótica de K. Dick para encontrar ecos de su visión radical de la realidad en otros autores que quizás sean considerados con mayor estimación por el mainstream.

La filosofía gnóstica de Phillip K. Dick tiene un profundo sentido ético (una ética metafísica). Más allá de que su obra, dentro de la simulación y el artificio que predomina, celebra al humano auténtico y exalta la empatía como la emoción suprema que permite al hombre permanecer dentro de la ilusoriedad.

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Para llevar) al mundo a la realidad, según la exploración teológica de K. Dick, el hombre debe descubrir su ilusoriedad fundamental, pero también combatir todo aquello que falsifica y simula. Por lo tanto son los valores que históricamente predican las grandes religiones los que le permiten afianzarse dentro de la desintegración ontológica que permea a este mundo, concebido como una contracreación o una copia de la realidad divina por un demiurgo a veces identificado con el diablo. En el amor y en la empatía el hombre vislumbra el orden divino original y participa en la esencia subyacente de las cosas o espíritu.

Dice Dick: La suma de mucha de la teología y la filosofía presocrática puede expresarse así: el kosmos no es como aparenta ser, y probablemente lo que es, en su nivel más profundo, es exactamente lo que los seres humanos son en un nivel más profundo —llámenlo alma o mente, es algo unitario que vive y piensa, y solo parece ser plural y material.

Dudar de la realidad del mundo material, del mundo sólido que experimentamos todos los días y en el cual nos construimos como entidades individuales aparentemente independientes de los demás, puede considerarse para muchas personas una simple alucinación o una percepción poco fundamentada según los preceptos aprendidos de la razón. Las cosas no se desintegran de la nada, siguen ahí, pueden tocarse y a la vez cambian conforme a leyes establecidas, predecibles y constantes. Pero consideremos la posibilidad de que esto sea así precisamente porque nosotros —o alguien más— las dotamos de esta realidad: al participar después de todo en la divinidad subyacente somos entidades dadoras de realidad, la mirada es siempre transformadora.

Fuente: Pijamasurf.com