Aunque el agua es vital para nuestra supervivencia, no se sabe mucho acerca de ella. ¿De dónde proviene el agua, generadora y aniquiladora de vida en la Tierra?
De hecho, el origen del agua en nuestro planeta es una historia complicada que se remonta a más de 13 miles de millones de años, durante el Big Bang. Esta es la parte que creemos entender bien: inmediatamente después del Big Bang, la energía que se expulsó al espacio transmutó en un uniforme y caliente baño de partículas, durante los siguientes tres minutos, estos componentes primordiales se combinaron para formar el primer núcleo atómico.
La descripción matemática de este proceso nos proporciona una acertada predicción de las abundancias cósmicas de este simple núcleo: mucho hidrógeno, menos helio y algunos rastros de litio. Ahora, la abundante presencia de hidrógeno es un favorable inicio en la composición del agua, pero ¿qué hay del otro ingrediente esencial, el oxígeno?
Aquí es donde las estrellas entran a la historia. Dentro de sus ardientes interiores, las estrellas son hornos nucleares que fusionan el simple núcleo del Big Bang transformándolo en elementos más complejos como carbón, nitrógeno y, sí, oxígeno. Más tarde en sus vidas, cuando las estrellas se convierten en súper novas, la explosión arroja estos elementos al espacio. Así es cómo el oxígeno e hidrógeno se combinan para hacer H2O.
A partir de aquí la historia se vuelve un poco confusa. Las moléculas de agua son, sin duda, parte del polvoriento remolino que se fusionó con el Sol y los recién conformados planetas nueve mil millones de años después del Big Bang. No obstante, la historia reciente de la Tierra, incluyendo las épocas de temperaturas ambiente elevadas y ausencia de atmósfera protectora, implica que el agua en la superficie de este planeta se hubiera evaporado de vuelta al espacio. Parece, entonces, que el agua que hoy en día encontramos debió haber llegado mucho después de que la Tierra se formara.
Enfrentándose a este misterio, los astrónomos se dieron cuenta de que existen dos formas seguras de que este elemento haya llegado a la Tierra: cometas y asteroides. La principal diferencia es que, normalmente, los cometas tienen una mayor concentración de ingredientes que se evaporan con el calor, produciendo así el efecto de sus colas de gas. Ambos, tanto cometas como asteroides, pueden transportar hielo y si, al colisionar con la Tierra, se agrega el resto de materiales que algunos investigadores sospechan, dichos cuerpos podrían haber generado, fácilmente, los océanos de agua que hoy conocemos.
Inclinarse por cualquiera de las dos teorías es un reto, es por ello que, a través de los años, el juicio científico ha pasado de uno a otro; sin embargo, recientes estudios sobre las composiciones químicas están empujando la balanza a favor de los asteroides. No obstante, estos estudios están basados en muestras limitadas, por lo que es muy probable que aún no hayamos escuchado la palabra final.
Vía: Ecoosfera.com