Los árboles son pieza esencial del equilibrio natural; ellos nos brindan de muchas y diferentes maneras las posibilidades de vivir.
¡Oh señor! Entre vuestro pueblo y vuestra gente debaxo de vuestra sombra, porque sois un árbol que se llama púchotl o ahuéhuetl, que tiene gran sombra y gran rueda, donde muchos están puestos a su sombra y a su amparo, que para eso os ha puesto en este cargo.
— Códice Florentino.
En el México antiguo, el árbol no era solamente un ser verde, una pieza clave en la armonía de la naturaleza con abundancia en sus dones; también formaba parte muy importante en el desarrollo de las culturas. Ambos elementos, el natural y el cultural, interactuaban y se complementaban, se determinaban.
Dentro de la mitología y la religión mesoamericanas, los árboles terrestres eran imagen y semejanza de sus contrapartes cósmicas, unos y otros fueron venerados y respetados. Árbol tierra, árbol sagrado, árbol comunicador, árbol puente… son realmente “árboles de la vida”, como los apreciamos en los famosos elaborados en Metepec, Edo Mex.
Entre los antiguos mayas, la ceiba o yaxché en maya yucateco, era el árbol sagrado. El árbol primero, el de color originario y central, el verde, fue el árbol mítico que levantó al cielo durante la creación. También fue concebido como el eje del mundo que conectaba los tres planos del cosmos: sus raíces se hundían en los niveles del frío y oscuro inframundo, su tronco correspondía a la tierra, donde los hombres desarrollaban su vida, y sus ramas alcanzaban a los diferentes niveles de los cielos.
De igual manera y en su función comunicadora, los árboles representaban umbrales que conectaban a dioses con seres terrestres o podían ser los conductores de almas de los antepasados que buscaban ascender a niveles más altos del cosmos. Es interesante conocer, gracias a estudios recientes de Mary Miller (2008) sobre las fantásticas imágenes esculpidas en la lápida de Pakal en Palenque, Chis. que muestran a sus ancestros convertidos en ciertos árboles con frutos como símbolo de la posibilidad de vivir después de la muerte.
Los cuatro árboles cósmicos y la página 1 del Códice Fejérváry-Mayer
Dentro de la compleja iconografía de toda la pintura, nos centraremos en las figuras de los cuatro árboles cósmicos dispuestos en el diseño cruciforme de la lámina, así como en algunos de los elementos asociados: dioses, aves, colores, y los cuatro rumbos del universo a los que apuntan estos árboles.
La imagen central de la página, símbolo del ombligo del universo, corresponde a Xiuhtecuhtli, dios del fuego y del tiempo, en un espacio cuadrangular.
En la parte superior del cuadrante tenemos el rumbo oriente o Este, y en esa dirección se levanta un árbol florido con tronco y ramas azules que podría designarse como quetzalquáhuitl, “árbol quetzal”; sobre él se posa un ave quetzal. El árbol está sobre una representación del Sol, la que a su vez se halla encima de la plataforma de un templo. El color asociado es el rojo y la pareja de dioses relacionada son Itztli, “Cuchillo de pedernal”, y Tonatiuh-Piltzintecuhtli, “Sol joven”.
Seguimos hacia el rumbo Norte, visto de frente a mano izquierda, nos encontramos otro árbol azul con espinas y dos ramas horizontales que rematan en brotes de flores. Al parecer es un mezquite, y el ave que descansa sobre él, un águila. El árbol se yergue sobre un recipiente con ofrendas de sacrificio: una bola de hule, un hueso y una púa de maguey. El color asociado es el negro y la pareja de dioses relacionada son Tláloc, dios de la lluvia (izquierda), y Tepeyolotli, “Corazón del monte” (derecha).
En la parte inferior que representa al poniente u Oeste, se ve un árbol de tronco blanco, posiblemente un quetzalpóchotl o ceiba preciosa, con brotes y dos largas ramas horizontales que terminan en bolas de plumas. Sobre él se posa un colibrí o huitzitzilin. El árbol cósmico se encuentra sobre lo que al parecer es una olla con rasgos de una deidad nocturna. El color asociado es el blanco y la pareja de dioses son Tlazoltéotl, “diosa de las inmundicias”, y Chalchiuhtlicue, “la de la falda de jade”.
Por último, tenemos el rumbo del Sur con un árbol cósmico de cacao, que brota de las fauces del Monstruo de la Tierra. Sobre el árbol se posa un loro, posiblemente un cocho. El color asociado es el azul y la pareja de dioses son Centéotl, “dios del maíz”, y Mictlantecuhtli, “dios de la muerte”.
Cabe señalar que puede haber variaciones en los colores asociados a los rumbos cósmicos encontrados en otros códices, y aun dentro de un mismo códice.