Relegado durante décadas a un mero ‘botón’ preliminar de las relaciones sexuales, hoy sabemos que es el centro del placer sexual femenino.
El caso del clítoris, la absoluta ignorancia que, durante siglos, le ha rodeado y el escandaloso atraso que todavía, hoy en día, seguimos teniendo sobre él con relación a otros aspectos de nuestra anatomía, es un ejemplo paradigmático de la ideológica voluntad de controlarnos a través de una ocultación.
¿La causas de eso? Básicamente dos; el clítoris, a diferencia por ejemplo del corazón, es un órgano exclusivo de las mujeres y el clítoris es el único órgano de la anatomía humana única y exclusivamente diseñado para el placer. Y placer y mujer han sido, de antiguo, los grandes tapados de la inmensa mayoría de culturas y formas de civilización.
El nombre “clítoris” deriva del griego “kleitorís”, lo cual ya indica que tenemos la seguridad de que los primeros que se preguntaron algo sobre él, fue la antigua cultura helena. Lo que no tenemos claro aún, por más vueltas que le hayan dado los lingüistas, es en si su origen etimológico procedería del término que designa una colina o montículo o si se referiría al que hace referencia a llave o cerradura. Pero en cuestiones lingüísticas, los griegos tenían algo más de lo que tenemos ahora: tenían un término específico para designar su estimulación con vistas a procurar placer; “kleitoriázein”.
Desde el silenciado Rufus hasta el siglo XVI (1.500 años después), no vuelve la humanidad a mencionar ni una sola vez el clítoris. Ni a mirarlo ni siquiera de reojo, ni a usar su nombre siquiera en vano o entre risas.
Su nombre, sus funciones, su anatomía fueron borrados de la faz de la tierra. Al clítoris, “ni tocarlo”. La ideología, la cristiana en este caso, lo extirpó conceptualmente de la condición humana imponiendo la santa “omertá” sobre él… y mil quinientos años de oscuridad y de retraso acumulado se abatieron sobre él.
En 1559, ya entrado el Renacimiento, un anatomista de Padua, Mateo Realdo Colombo, fijó su atención en tan particular órgano, más o menos a la vez que lo hiciera un discípulo suyo, Gabriel Falopio (el descubridor de las “trompas de Falopio”). Y la primera disputa fue por otorgarse el descubrimiento. Y menos mal que en esa disputa interviniera con posterioridad el sueco Caspar Bartholin, apodado “el viejo”, para recordarles a ambos que aquello ya estaba descubierto, porque si no, hoy, al clítoris lo llamaríamos el “colombus” o el “punto de Falopio” o lo que es peor, el original nombre que le puso Mateo Realdo Colombo; “el placer de Venus”.
Pero ahí se queda el clítoris, varios cientos de años más, como una caprichosa y minúscula protuberancia en la intersección superior de los labios menores y con una forma sospechosamente parecida a un minúsculo pene… lo que da pie a ser considerado como una especie de “falito” poco o mal desarrollado y, por tanto, a considerar a la genitalidad femenina y, por extensión, a la mujer como una especie de “varón truncado”, un prototipo de hombre no acabado de resolver.
Y en esa hemos vivido gran parte de nuestra existencia la práctica totalidad de las mujeres, pues no fue hasta 1998 que una investigadora, la doctora Helen E. O’Connell, decide meterle de verdad mano al asunto y descubrir su verdadera, única y particularísima anatomía que se extiende por toda la pared vaginal con una morfología piramidal de, puestos ya a comparar, tamaño similar o mayor al del pene, y del que sólo aflora una mínima parte visible.
Posiblemente el órgano peor tratado de la historia de la Medicina, desplazado en los tratados médicos y en la cultura popular durante siglos, y relegado injustamente a un mero ‘botón’ preliminar de las relaciones sexuales, el clítoris trata ahora de recuperar su estatus como órgano central del placer sexual de la mujer.
Siglos de historia de discriminación de la principal fuente de placer femenino ha dado como resultado una colección de mitos, falacias, frustraciones y conceptos erróneos. Uno de ellos es el punto G, que tanta frustración ha provocado a millones de mujeres tratando de encontrarlo. Sin embargo, la manera más efectiva de obtener un orgasmo es la estimulación directa de la parte externa del clítoris, el glande, vía manual o mediante la práctica del cunnilingus. Esta zona visible es solo la punta del iceberg. Es en realidad el glande de un aparato mucho más complejo, que se extiende interiormente en ramificaciones a ambos lados de la entrada de la vagina.
A continuación, algunos datos que toda persona debería conocer sobre el clítoris, curiosidades, y algo de historia.
El clítoris solo sirve para el placer. Durante décadas se ha especulado sobre la función reproductiva del clítoris en general y el orgasmo femenino en particular, sin llegar a una conclusión. Este órgano no tiene ninguna otra función más que proporcionar placer.
El orgasmo vaginal es un mito. Hoy podemos afirmar que no existen dos tipos de orgasmos, sino uno solo. Eso sí, existen diferentes formas de obtenerlo. El cuerpo de la mujer tiene muchas zonas erógenas, y caricias de diferente naturaleza pueden abrir un mundo de posibilidades a la hora de alcanzar un orgasmo.
El tamaño sí importa. La obra de Hubin y Michel revela que las mujeres que tienen un glande de mayor tamaño y situado más cerca de la entrada de la vagina disfrutan de orgasmos con más facilidad. Es posible que la razón de esto sea que la fricción entre las zonas es más asequible.
El clítoris también tiene erecciones. Al igual que le ocurre al pene, la excitación sexual provoca que todo el órgano se llene de sangre y se hinche. En este momento, el glande ‘sale de su capuchón’ y aumenta de tamaño.
El clítoris también tiene glande. El glande del clítoris es esa parte visible, situada por encima de la abertura de la vagina y de la uretra, y cubierto de una especie de capuchón de piel, llamado prepucio. Mide de media 1 centímetro y posee miles de terminaciones nerviosas.
Cada clítoris es diferente. El órgano entero mide una media de 9 a 11 centímetros, y el glande, como mucho, 1 centímetro. Cada mujer tiene su propio glande, y es tan diferente como cualquier otra parte del cuerpo, como la nariz: única e indistinguible.
La penetración no es la mejor forma de obtener el orgasmo. Las mujeres alcanzan más fácilmente el orgasmo cuando reciben múltiples estimulaciones, según un estudio, solo el 49,9% de las mujeres llegan al orgasmo únicamente mediante la penetración vaginal. En cambio, cuando la penetración se acompaña de estimulación manual, la cifra era del 70,9% y alcanzaba el 72,8% cuando se acompañaba de estímulos orales.
El órgano menos divulgado. Si bien el órgano reproductivo femenino se ha representado con frecuencia, y de hecho es materia importante en los libros de texto escolares, no ocurre lo mismo con el órgano del placer.
Freud, enemigo número 1 del clítoris. En 1850, el descubrimiento de la ovulación y de los detalles sobre la reproducción sexual humana, óvulo y espermatozoide, quedó demostrado que el clítoris no tenía utilidad reproductiva: solo servía para el placer. A comienzos del siglo XX, Sigmund Freud sostuvo que las mujeres que disfrutaban con el clítoris eran inmaduras, incluso, neuróticas.
La primera recreación en 3D del clítoris. Gracias a la investigadora Odile Fillod, obtuvimos la primera reconstrucción del clítoris en 3D en el año 2015.