Durante la época prehispánica diversos poetas surgieron, sobre todo en Texcoco, y sus poemas perduran hasta nuestros días.
No cabe duda que el náhuatl es un idioma hermoso y durante su apogeo existieron poetas que dedicaban sus palabras a la existencia, a la naturaleza, a la guerra y diversas circunstancias por las que pasaban. Aquí te mostramos 13 poetas que deberías conocer.
1. Nezahualcoyotl de Texcoco. Hombre ilustrado que expresó sus interrogantes metafísicos en su obra poética. Percibo lo secreto, lo oculto:
¡Oh vosotros señores!
Así somos, somos mortales,
De cuatro en cuatro nosotros los hombres,
Todos habremos de irnos,
Todos habremos de morir en la Tierra…
Nadie en jade,
Nadie en oro se convertirá:
En la tierra quedará guardado.
Todos nos iremos.
Allá, de igual modo.
Nadie quedará,
Conjuntamente habrá que perecer,
nosotros iremos así a su casa.
Como una pintura,
nos iremos borrando.
Como una flor,
nos iremos secando
Aquí sobre la tierra.
Como vestidura de plumaje de ave zacuán,
De la preciosa ave de cuello de hule,
Nos iremos acabando
Nos vamos a su casa.
Se acercó aquí
Hace giros la tristeza
De los que en su interior viven…
Meditadlo, señores,
Águilas y tigres,
Aunque fuerais de jade,
Aunque allá iréis,
Al lugar de los descarnados…
Tendremos que desaparecer
Nadie habrá de quedar.
2. Nezahualpilli (1464-1515) fue rey de Texcoco al suceder a su padre Nezahualcóyotl, en 1473. Por desgracia sólo uno de sus poemas sobrevive y es llamado Nezahualpilli yc tlamato huexotzinco («canción de Nezahualpilli durante la guerra con huexotzinco»).
El llanto se extiende, las lágrimas gotean allí en Tlatelolco.
Por agua se fueron ya los mexicanos;
semejan mujeres; la huída es general.
¿Adónde vamos?, ¡oh amigos! Luego ¿fue verdad?
Ya abandonan la Ciudad de México:
el humo se está levantando;
la niebla se está extendiendo.
Con llanto se saludan el Huizen Ahuácatl Motelhuihtzin,
el Tlailotlácatl Tlacotzin,
el Tlacatecuhtli Oquitzin.
Llorad, amigos míos.
tened entendido que con estos hechos
hemos perdido la nación mexicana
¡El agua se ha acedado, se acedo la comida!
Esto es lo que ha hecho el Dador de la vida en Tlatelolco.
Sin recato son llevados Motelhuihtzin y Tlacotzin.
Con cantos se animaban unos a otros en Acahinango.
Ah, cuando fueron a ser puestos a prueba allá en Coyoacán.
3. Cacamatzin o Cacama (1483 – 1520) fue rey de Texcoco, el segundo más importante de la ciudad en el Imperio Azteca. Asesinado por los españoles en la tristemente célebre matanza del Templo Mayor, en 1520, reveló en su poesía temas más existenciales, como la guerra y la amistad.
Amigos nuestros, escuchadlo:
que nadie viva con presunción de realiza.
El furor, las disputas sean olvidadas,
desaparezcan
en buena hora sobre la tierra.
También a mí solo, hace poco me decían,
los que están en juego de pelota,
decían, murmuraban:
¿Es posible obrar humanamente?
¿Es posible actuar con discreción?
Yo sólo me conozco a mí mismo.
Todos decían eso,
pero nadie dice la verdad en la tierra.
Se extiende la niebla,
resuenan las caracoles,
por encima de mí y de la tierra entera.
Llueven las flores, se entrelazan, hacen giros,
vienen a dar alegría sobre la tierra.
Es en verdad, tal vez como en su casa,
obra nuestro padre,
tal vez como plumajes de quetzal en tiempo de verdor,
con flores se matiza,
aquí sobre la tierra está el Dador de vida.
En el lugar donde suenan los tambores preciosos,
donde se hacen oír las bellas flautas,
del dios precioso, del dueño del cielo
collares de plumas rojas
sobre la tierra se estremecen.
Envuelve la niebla los cantos del escudo,
sobre la tierra cae lluvia de dardos,
con ellos se obscurece el color de todas las flores,
hay truenos en el cielo.
Con escudos de oro
allá se hace la danza.
Yo sólo digo, Yo, Cacamatzin,
Ahora sólo me acuerdo del señor Nezahualpilli.
¿Acaso allá se ven, acaso allá dialogan
él y Nezahualcóyotl en el lugar de los atabales?
Yo de ellos me acuerdo.
¿Quién en verdad no tendrá que ir allá?
¿Si es jade, si es oro,
acaso no tendrá que ir allá?
¿Soy yo acaso escudo de turquesas,
una vez más cual mosaico volverá a ser incrustado?
¿Volveré a salir sobre la tierra?
¿Con mantas finas seré amortajado?
Todavía sobre la tierra, cerca del lugar de los atabales,
de ellos yo me acuerdo.
4. Axayácatl, poeta y señor de Tenochtitlan. Siguió de cerca la elaboración de nuestra “Piedra del Sol” y fue, además, gran guerrero.
Ha bajado aquí a la tierra la muerte florida,
se acerca ya aquí,
en la Región del color rojo la inventaron
quienes antes estuvieron con nosotros.
Va elevándose el llanto,
hacia allá son impelidas las gentes,
en el interior del cielo hay cantos tristes,
con ellos va uno a la región donde de algún modo se existe.
Eras festejado,
divinas palabras hiciste,
a pesar de ello has muerto.
El que tiene compasión de los hombres, hace torcida invención.
Tú así lo hiciste.
¿Acaso no habló así un hombre?
El que persiste, llega a cansarse.
A nadie más forjará el Dador de la vida.
¡Día de llanto, día de lágrimas!
Tu corazón está triste.
¿Por segunda vez habrán de venir los señores?
Sólo recuerdo a Itzcóatl,
por ello la tristeza invade mi corazón.
¿Es que ya estaba cansado,
venció acaso la fatiga al Dueño de la casa,
al Dador de la vida?
A nadie hace él resistente sobre la tierra.
¿Adónde tendremos que ir?
Por ello la tristeza invade mi corazón.
Continúa la partida de gentes,
todos se van.
Los príncipes, los señores, los nobles
nos dejaron huérfanos.
¡Sentid tristeza, oh vosotros señores!
¿Acaso vuelve alguien, acaso alguien regresa
de la región de los descarnados?
¿Vendrán a hacernos saber algo
Motecuhzoma, Nezahualcóyotl, Totoquihuatzin?
Nos dejaron huérfanos,
¡sentid tristeza, oh vosotros señores!
¿Por dónde anda mi corazón?
Yo Axayácatl, los busco,
nos abandonó Tezozomoctli,
por eso yo a solas doy salida a mi pena.
A la gente del pueblo, a las ciudades,
que vinieron a gobernar los señores,
las han dejado huérfanas.
¿Habrá acaso calma?
¿Acaso habrán de volver?
¿Quién acerca de esto pudiera hacerme saber?
Por eso yo a solas doy salida a mi pena.
5. Macuilxochitzin, una de las pocas poetisas nahuas, nació en 1435 y fue hija del famoso guerrero Tlacaélel. Su poesía se enfoca en las hazañas guerreras de su padre, quien contribuyó tanto al esplendor y poderío azteca.
Empiezo a cantar yo Macuilxochitzin,
yo doy placer al autor de la vida.
¡Que empiece el baile!
En la región de los muertos
está también su morada:
no se lleven allá los cantos,
son solamente de aquí…
¡Que empiece el baile!
Itzcoatl pueden llamarte los que duran de Chalco,
fue tu suerte avasallar al Matlazinca,
¡Oh! Itzcoatl Axayacatl fuiste a dispersar
el pueblo de Tlacotepec.
Se revuelven y entrelazan
tus flores y tus fémulas de papel
y con ellas les das gusto al matlazinca,
al de Toluca, al de Tlacotepec.
Ahora es cuando se dan flores
y plumajes del autor de la vida.
Los escudos de madera se sostienen en las manos,
en el lugar del peligro,
en donde se hacen cautivos,
en medio de la pelea,
en el campo de combate.
Quieren ser iguales nuestros cantos,
quieren ser iguales nuestras flores,
hemos barrido cabezas para dar placer
al que da la vida.
La flor de la espada de madera en tu mano está,
¡Oh! Axayacatl y con ella echa brotes
la florida sangre divina, la florida hoguera,
y con eso se van embriagando los que van con nosotros.
Por nosotros abres sus flores de guerra
en Ehecatepec y en Mexico.
Avanzan y con ella se embriagan
y hay aplauso de los capitanes de guerra,
vosotros, de Acolhuacan y de Tepanecapan.
Cuando conquistó Axayacatl
por todos lados en la región de Matlazinco:
en Malinalco, Ocuila, Tecualoya y Xocotitlan.
De allá se vino a Xiquipilco.
Allá le hirió una pierna un otomí llamado Tlilatl.
Y cuando llegó a México dijo a sus mujeres:
Preparen un maxtle y una tilma
y se lo darán y lo vestirán.
Y les dijo:
Vaya el otomí que me hirió en la pierna,
que viva en temor.
Y éste dijo:
Puesto que me tienen que matar ustedes,
que venga la tabla y el raspador.
Con esto viene a saludar el salvaje a Axayacatl.
Ya tendrá que temer.
Y así se lo dieron sus mujeres.
6. Tecayehuatzin de Huexotzinco, sabio preocupado por esclarecer el significado de “flor y canto”. Es decir, no sólo era creador, sino estudioso de la creación literaria y de su función. Afecto a invitar a sus amigos poetas a conversar a su morada, es conocido por haber organizado el primer coloquio de tlamatinime, cuyo diálogo principal se conserva en el manuscrito de Cantares Mexicanos de la Biblioteca Nacional.
¡Amigos, favor de oír
este sueño de palabras!:
en tiempo de primavera nos da vida
el áureo brote de la mazorca:
nos da refrigerio la roja mazorca tierna,
pero es un collar rico el que sepamos
que nos es fiel el corazón de nuestros amigos.
7. Tlaltecatzin, poeta del siglo XIV, señor de Cuauhchinanco. Su único canto está dedicado a los placeres terrenales, pero en él se vislumbra también la angustia de la muerte.
En la soledad yo canto
a aquel que es mi Dios
En el lugar de la luz y el calor,
en el lugar del mando,
el florido cacao está espumoso,
la bebida que con flores embriaga.
Yo tengo anhelo,
lo saborea mi corazón,
se embriaga mi corazón,
en verdad mi corazón lo sabe:
¡Ave roja de cuello de hule!,
fresca y ardorosa,
luces tu guirnalda de flores.
¡Oh madre!
Dulce, sabrosa mujer,
preciosa flor de maíz tostado,
sólo te prestas, serás abandonada,
tendrás que irte, quedarás descarnada.
Aquí tú has venido, frente a los príncipes,
tú, maravillosa criatura,
invitas al placer.
Sobre la estera de plumas amarillas y azules
aquí estás erguida.
Preciosa flor de maíz tostado,
sólo te prestas, serás abandonada,
tendrás que irte, quedarás descarnada.
8. Cuacuauhtzin, gobernante de Tepechpan, a mediados del siglo XV:
Ante ti, a tus pies,
te abrazo afectuosamente,
agradecido contigo,
gracias por rezumar perfume para mí.
Ya estás viejo, yo más que tú,
ya lo sé, pero vives y vivo.
Yo te veo vivir frondoso,
tú eres mucho más fuerte que yo,
y con tus lágrimas que yo pongo en el fuego,
el frescor de tu perfume como nube,
todas las noches sueño.
9. Tochihuitzin Coyolchiuhqui vivió entre fines del siglo XIV y mediados del XV. “Hacedor de cascabeles”, fue sabio y forjador de cantos.
Así lo dejó dicho Tochihuitzin,
Así lo dejó dicho Coyolchiuhqui:
De pronto salimos del sueño,
sólo vinimos a soñar,
no es cierto, no es cierto,
que vinimos a vivir sobre la tierra.
Como yerba en primavera
es nuestro ser.
Nuestro corazón hace nacer, germinan
flores de nuestra carne.
Algunas abren sus corolas,
luego se secan.
Así lo dejó dicho Tochihuitzin.
10. Ayocuan Cuetzpaltzin, sabio y poeta, águila blanca, de Tecamachalco, vivió entre la segunda mitad del siglo XV y principios del XVI.
Esfuércese, quiera mi Corazon,
Las flores del escudo,
Las flores del Dador de la vida.
Que podrá hacer mi corazón?
En vano hemos llegado,
Hemos brotado en la Tierra.
¿Solo así he de irme
como las flores que perecieron?
¿Nada quedara de mi nombre?
¿Nada de mi fama aquí en la Tierra?
¡Al menos flores, al menos cantos!
¿Que podrá hacer mi corazón?
En vano hemos llegado,
Hemos brotado en la Tierra…
11. Xayacámach de Tizatlán participó en la reunión para discutir el significado de “flor y canto”, convocada por Tecayehuatzin a finales del siglo XV. Indaga sobre el ser-poeta.
Todos de allá han venido,
de donde están en pie las flores.
Las flores que trastornan a la gente,
las flores que hacen girar los corazones.
Han venido a esparcirse,
han venido a hacer llover guirnaldas de flores,
flores que embriagan.
¿Quién está sobre la estera de flores?
Ciertamente aquí es tu casa,
en medio de las pinturas,
habla Xayacámach.
Se embriaga con el corazón de la flor del cacao.
Resuena un hermoso canto,
eleva su canto Tlapalteuccitzin.
Hermosas son sus flores,
se estremecen las flores,
las flores del cacao.
12. Chichicuepon de Chalco, poeta del siglo XV, de merecida fama. Sólo un canto ha llegado hasta nosotros. Canta las glorias de su tierra, reflexiona y medita.
Quedará el águila frente al rostro del agua.
Habrá transformación en la tierra,
movimiento en el cielo,
allá ha quedado
Tlacamazatl, el chichimeca.
Están en confusión las gentes de Chalco,
alterado el de Huexotzinco, sólo Tlailotlaqui,
el señor Quiyeuhtzin
penetra al interior de Amecameca.
¡Se defiende el de Chalco,
príncipe Toteoci!
13. Aquiauhtzin de Ayapanco, el que canta al creador, maestro de la palabra, vivió en Amecameca durante el siglo XV.
Por allá he oído un canto, lo estoy escuchando,
toca su flauta, sartal de flores, el Rey Ayocuan.
Ya te responde, ya te contesta,
desde el interior de las flores
Aquiauhtzin, señor de Ayapanco.
La búsqueda del Dador de la vida.
¿Dónde vives, oh mi dios, dador de la vida?
Yo á ti te busco.
Algunas veces, yo poeta
por ti estoy triste,
aunque sólo procuro alegrarte.
Desde la región de las flores y las pinturas se busca al Dador de la vida.
Aquí donde llueven las blancas flores,
las blancas flores preciosas,
en medio de la primavera,
en la casa de las pinturas,
yo sólo procuro alegrarte.
Todos aguardan la palabra del Dador de la vida.
¡Oh, vosotros que de allá de Tlaxcala,
habéis venido a cantar, al son de brillantes timbales,
en el lugar de los atabalés!
Flores fragantes:
el señor Xicoténcatl de Tizatlan,
Camazochitzin, quienes se alegran con cantos y flores
aguardan la palabra del dios.
Invocación insistente al Dador de la vida.
En todas partes está
tu casa, Dador de la vida.
La estera de flores,
tejida con flores por mi.
Sobre ella te invocan los príncipes.
¡El pájaro cascabel, símbolo del Dador de la vida, aparece cantando.
Con su venida llueven las flores.
Los variados árboles floridos se yerguen
en el lugar de los atabales.
Tú estás allí:
Con plumas finas entreveradas,
hermosas flores se esparcen.
Sobre la estera de la serpiente preciosa,
anda el pájaro cascabel, anda cantando,
sólo le responde al señor, alegra a águilas y tigres.
Ya llovieron las flores,
¡comience el baile, oh amigos nuestros,
en el lugar de los atabales!
Nueva pregunta
¿A quién se espera aquí?
Se aflige nuestro corazón.
El Dador de la vida se hace presente en las flores y los cantos.
Sólo el dios, escucha ya aquí,
ha bajado del interior del cielo,
viene cantando.
Ya le responden los príncipes,
que llegaron a tañer sus flautas.