En el Cárcamo de Chapultepec está un mural de Diego Rivera que permaneció 40 años bajo el agua.
Con la inauguración del Cárcamo de Chapultepec, el 4 de septiembre de 1951, culminaba una serie de esfuerzos para traer agua potable a la ciudad de México.
El Cárcamo, una cámara distribuidora de agua, es un sitio muy singular para realizar un mural, dadas las condiciones de humedad y temperatura del lugar, además de encontrarse en el bosque de Chapultepec. Cabe destacar que por su condición subacuática, los murales del Cárcamo son únicos en el mundo, y su restauración, lo más difícil de realizar.
El propio pintor, Diego Rivera, al enterarse de la destrucción parcial de su obra, fue el primero en hacer ”una propuesta de restauración”, consistente en sustituir lo pintado al poliestireno por teselas de vidrio, colocadas sobre placas de cemento. A cinco años de haber realizado el mural, Diego Rivera concluía que su experiencia con el uso del poliestireno había sido negativa.
En 1977, el Centro Nacional de Obras Artísticas (CNOA) dictaminó sobre el estado de conservación del mural, viéndose ya la necesidad de desviar el curso del agua a fin de interrumpir su paso por el Cárcamo.
El proyecto no pudo arrancar, pero hubo algunos intentos posteriores en 1982 y 1986. No fue sino hasta 1990 cuando pudieron llevarse a cabo las complicadas y costosas obras de ingeniería para cambiar permanentemente el curso del agua que llegaba a este recinto, en gran medida gracias al entusiasmo de la licenciada Margarita González Gamlo (entonces representante de la alcaldía Miguel Hidalgo), quien realizó una campaña de recaudación de fondos entre particulares e instituciones oficiales.
Toda esa titánica labor tuvo un sentido: rescatar el maravilloso mundo subacuático pintado por Diego Rivera para rendir homenaje al elemento originador de la vida, pero también a los obreros muertos en la ejecución de la obra de ingeniería, así como a los autores intelectuales, los ingenieros y el arquitecto Ricardo Rivas, constructor del edificio que alberga al Cárcamo.
El recinto donde se encuentran los murales tiene una medida aproximada de 5 x 8 m, más 128 m2 del túnel, lo que nos da 272 m². El túnel, tres paredes y el piso fueron pintados directamente, en tanto que la parte superior de él -donde están los retratos de los ingenieros que participaron en la construcción- está pintada sobre un bastidor metálico.
Las rigurosas condiciones ambientales a las que estuvo sometida la obra durante 42 años (contacto directo con el agua, sustancias químicas potabilizadoras, vapor, rayos solares y cambios radicales de temperatura) provocaron la oxidación y pasmado del barniz protector, desprendimientos y pulverización de capa pictórica, así como erosión causada por la fuerza mecánica del agua circulante que actuó en forma de lija.
La superficie a 2m de altura se cubrió de limo, óxidos y sales que se endurecieron al paso del tiempo. La decoración del piso de la cámara desafortunadamente se perdió en su totalidad, debido probablemente a que en algún momento el piso fue picado para aplicarle impermeabilizante, y ya debilitado, el aplanado fue arrasado por el agua.
Los trabajos de restauración en los murales del Cárcamo que realizó el equipo de especialistas se resume en los siguientes puntos:
- Documentación exhaustiva.
- Fotografía general y de detalles antes, durante y al término de la intervención.
- Citas exploratorias para determinar el método de trabajo.
- Limpieza superficial y profunda.
- Desincrustación de óxidos, sales e impermeabilizante.
- Eliminación de la capa de protección.
- Consolidación y reposición de estratos.
- Consolidación de película pictórica.
- Reintegración cromática.
- Aplicación de capa de protección.