La vida es una ruleta, por más que hagas tantos planes para el futuro, todo cambia de la noche a la mañana.
Si vas a ayudar a alguien y echárselo en cara, mejor no lo ayudes. Hay actos que nacen del corazón, de ponerse en el lugar del otro y hasta derramar una lágrima. A veces no te hacen favores, sino que te plantean negocios. Lo malo es que no te lo dicen abiertamente. Todo lo contrario: hacen pasar su ayuda como un acto de generosidad. Y cuando menos lo piensas, te sacan en cara lo que hicieron por ti.
O peor: te endilgan obligaciones que jamás aceptaste contraer. Sin embargo, también están las personas que solo ayudan por presión social, porque busca el reconocimiento, pero no porque de verdad quiera hacerlo. Dar sin esperar nada a cambio, es uno de los más exquisitos placeres que te da la vida, es gratificación y sentir paz en el pecho y en el alma.
La persona que ayuda con la idea de recibir algo a cambio, no está ayudando, está haciendo una transacción, que ni siquiera es segura. De ahí, que esperar lo mismo del otro, es firmar tu pasaje a la infelicidad. La espera de la recompensa te llena la mente de pensamientos negativos.
En realidad no importa cuánto ayudes, mientras lo hagas de corazón. Inclusive ayudar va desde regalar una sonrisa, ayudar a la señora a cruzar la calle, esos pequeños detalles que parecen insignificantes, pero que hacen una gran diferencia. Nadie sabe la guerra con la que está luchando cada persona que se atraviesa en tu camino.
Si vas a ayudar a alguien y echárselo en cara, mejor no lo ayudes. Porque no es tu alma la que quiere dar un poquito, es tu ego, buscando el aplauso de los demás. Cree firmemente que quien da más, recibe más y, no precisamente tiene que ver con dinero, es estar bien contigo mismo.
Tal vez, en este momento de tu vida no es tu momento, de dar, abrazar y amar, sin esperar que el de al lado haga lo mismo. Tal vez, hay que esperar y mientras basta con que no hagas daño, porque echar en cara es lo peor que puedes hacer. Desafortunadamente hay muchas personas que sí llevan unas cuentas estrictas de los favores que han hecho.
Lo más grave de esto es que cobran cuando quieren y como quieren. En tanto no se hizo jamás un acuerdo explícito con el otro, en cualquier circunstancia pueden aparecer para cobrarse el favor que te hicieron. Más grave aún cuando tienes que pagar un favor aguantando el maltrato o la violencia de quien te lo hizo. No es infrecuente que personas agresivas y conflictivas tiendan también a ser “generosas” con los demás. Te hacen el favor. Después se enojan, explotan o se vuelven histéricos. Si no dices nada, todo queda bien. Si dices algo, te echan en cara el favor que te hicieron. Así te cobran: con impunidad por lo que hacen.