A raíz de las protestas que han surgido en Estados Unidos, en nuestro país hemos mirado hacia adentro y ha resurgido una discusión sobre la discriminación racial.
Frases como “ojalá que tu hijo nazca güerito” o “pareces indio bajado del cerro a tamborazos“ son comunes en nuestra vida cotidiana. Ahora, en las redes sociales es recurrente leer el discurso de que “el pobre no avanza porque no quiere”. Vivimos con estas frases y con este discurso de manera diaria, lo que significa que en México si bien sabemos que existen desigualdades relacionadas con el origen étnico o de raza, no reconocemos su impacto negativo.
Es importante saber que el racismo es la exacerbación del sentido racial de un grupo étnico que motiva la discriminación o persecución de otro. Hay quienes piensan: “Pero si en México los indígenas no son perseguidos”. Pero sí son violentados y desplazados de sus tierras. Y aquí entra el concepto de la discriminación racial como catalizador de las desigualdades: “La discriminación por motivos de raza, origen étnico o apariencia física reflejada en acciones que niegan o restringen el goce de los derechos”.
De acuerdo con el CONAPRED (Consejo Nacional para Prevenir la Discriminación), en México la discriminación racial está arraigada tanto en las instituciones gubernamentales como en la sociedad —una especie de herencia que nos dejó el mestizaje, la segregación de los indígenas y la supremacía europea fomentada en la época de la Colonia.
No sólo se trata de echarle ganas.
¿El color de piel determina el acceso a servicios y oportunidades en México? En nuestro país, hay una gama de poblaciones vulnerables conformadas por las comunidades indígenas, los afrodescendientes, los migrantes y gente de escasos recursos. Estas comunidades conforman la escala baja de la pirámide social y durante sexenios, pocos han sido los avances para mejorar sus condiciones de vida.
“49 de cada 100 personas que nacen en los hogares del grupo más bajo de la escalera social, se quedan ahí toda su vida. Y aunque la otra mitad logra ascender, 25 de ellos no logran superar la línea de pobreza”, de acuerdo con el Informe de Movilidad Social en México 2019. Según este informe, esto implica que 74 de cada 100 mexicanos que nacen en la base de la escalera social, no logran superar la pobreza.
Para una persona que forma parte de una comunidad indígena o vulnerable, el camino ya está más o menos trazado entre la pobreza y falta de oportunidades. Y su desarrollo no tiene qué ver tanto con cuántas ganas le eche, porque arriba de esta persona está una estructura que incentiva la discriminación racial —y por ende, los obstáculos que las comunidades vulnerables accedan a sus derechos como cualquier mexicano.
El tono de piel.
Con la Encuesta Nacional sobre Discriminación 2017 (Enadis), el Conapred indagó acciones de discriminación por 10 rasgos distintos: tono de piel, manera de hablar, peso o estatura, forma de vestir o arreglo personal, clase social, lugar donde vive, creencias religiosas, sexo, edad, y orientación sexual. El 20% de la población encuestada —de 18 años y más— declaró haber sido discriminada en el último año.
En cuanto al tono de piel, la mayoría de la población (33.5%) con tonos más oscuros reconoció tener una educación básica incompleta. El 30.6% dijo contar con educación básica completa, 15.9% con estudios de educación media superior y 16% con educación superior. En contraste, 30.4% de la población que dijo tener un tono de piel más claro cursó la educación superior.
Discriminación estructural-trabajo.
En cuanto a las ocupaciones, 6.1% de las personas que dijeron tener un color de piel más claro ocupan cargos directivos, son funcionarios o jefes. Apenas 2.8% de la población con tonos de piel más oscuros reconoció tener un cargo de este tipo. 44% se dedica en servicios personales, actividades de apoyo y agropecuarios.
Derechos humanos e indiferencia.
40.3% de la población indígena encuestada por el Conapred reconoció haber sufrido algún tipo de discriminación por su condición en los últimos cinco años. 75.6% de esta población consideró que son poco valoradas por la sociedad. Pero las cosas se complican aún más si se suman otras características como la orientación sexual, el género y la edad.
Con estos elementos, es difícil voltear hacia otro lado y pensar que en México los sesgos y la discriminación racial no existen. Uno de los pasos hacia adelante, fue el Censo 2020 del Inegi que incluyó a la población afrodescendiente —comunidades y personas afrodescendientes que se concentran principalmente en Guerrero, Oaxaca y Veracruz— en las preguntas de este año.
Fuente: Sopitas.com