En temporada de lluvias, no toda la culpa es de la basura o del cambio climático: hay un enemigo más silencioso y pegajoso.
El desecho de aceite comestible a las coladeras no solo contamina, sino que también bloquea el drenaje y multiplica el riesgo de encharcamientos e inundaciones. Según la investigadora Andrea Isabel Calderón, un solo litro de este líquido graso puede contaminar hasta mil litros de agua, y cuando se mezcla con basura, forma una trampa mortal para el flujo del agua.
El aceite que usamos para freír no desaparece por arte de magia cuando lo tiramos por la coladera. Al contrario: se adhiere a las paredes internas de las tuberías, formando una capa viscosa que, con el tiempo, se endurece. Este “muro invisible” reduce el diámetro de los tubos, atrapa la basura y dificulta el paso del agua. La Dra. Calderón estima que hasta el 50% de los bloqueos en drenajes se deben al aceite. En una ciudad donde las lluvias pueden descargar más de 30 milímetros de agua en una hora, cualquier reducción en la capacidad del drenaje es una invitación a la inundación.
Aunque pueda parecer un residuo inútil, el aceite comestible usado es una materia prima con alto potencial energético. Proyectos como el que la Dra. Calderón desarrolla junto al Instituto de Ingeniería de la UNAM han demostrado que el aceite puede convertirse en biodiésel. Este combustible alternativo podría alimentar autobuses del transporte público y reducir la dependencia de combustibles fósiles. De hecho, en 2012 existió una planta en la CDMX que producía biodiésel para unidades de la Red de Transporte de Pasajeros (RTP). El reto no es la tecnología, sino lograr que tanto hogares como empresas recolecten y canalicen el aceite de forma correcta.
En México existen leyes que obligan al tratamiento adecuado de residuos peligrosos como el aceite usado, pero la falta de vigilancia hace que muchas empresas ignoren la normativa. La industria alimentaria y la textil figuran entre las más contaminantes. “Es muy lamentable cómo en muchas ocasiones las empresas no se hacen cargo de la gestión integral de sus residuos”, afirma Calderón.
Sin embargo, la responsabilidad no recae solo en las corporaciones: cada persona que tira aceite en la coladera está contribuyendo al problema. Con pequeños cambios de hábito, como almacenar el aceite en botellas y llevarlo a centros de acopio, se puede marcar una gran diferencia.
Fuente: Ecoosfera.com