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Mentiras históricas que todos los mexicanos creemos

¿Acaso los héroes que enaltecemos todos los días fueron realmente tan buenos y nobles como los cuentan? ¿Y los tiranos realmente lo son?

La costumbre dicta que la historia la escribe quien gana las guerras, el vencedor, aquellos que, después de la batalla, pueden dictar qué es lo que ocurrió y cómo al final triunfaron ante las adversidades de la guerra. A lo largo de nuestra historia escolar, han existido héroes patrios que alabamos y festejamos, también existen tremendos villanos que rechazamos y nos imponen como la figura negativa de la historia.

Aquellas que los libros de texto de educación básica han impuesto, anhelando que los niños permanezcan admirando por el resto de sus días a quienes el gobierno quiere que lo hagan y, por el contrario, odiando a los que no parecen tan relevantes. Aunque cada vez tenemos más dudas de algunos datos de la educación básica, aún vivimos con ciertos mitos que nublan nuestra mente. Te revelamos algunos de ellos.

Benito Juárez, el benemérito de las Américas. 

Bajo la idea de un indígena que vivía en la sierra y caminaba kilómetros para llegar a la primaria, Benito Juárez se ha coronado como uno de los más grandes ejemplos a seguir; sin embargo, la historia real es otra. De origen humilde, la Iglesia le dio educación y le ayudó a convertirse en uno de los abogados más prominentes de Oaxaca. Sin embargo, debido a la influencia de los maestros masones del Instituto de Ciencias y Artes de Oaxaca, poco después adoptó una postura totalmente cruel hacia ella.

Jamás estuvo orgulloso de su origen indígena. Sus propuestas de igualdad para los mexicanos no incluían a los indígenas porque ellos no eran mexicanos según el gobierno. Su presidencia se dio gracias a fraudes electorales, nunca fue elegido por el pueblo y asesinó a sus enemigos impunemente. Autorizó una serie de tratados que eliminaban la soberanía del país en beneficio de Estados Unidos; Justo Sierra los declaró un «crimen político»: los militares estadounidenses podían acceder al país y matar, arrestar o poseer tierras sin ningún castigo, según el tratado de McLane Ocampo.

Además, Juárez mandó a Lerdo de Tejada para que los estadounidenses invadieran México, impusieran su idioma y se prohibiera el catolicismo, hubiera una inmigración masiva y los militares enseñaran al ejército mexicano bajo el protectorado de los estadounidenses, sin embargo, el proceso se pospuso porque James Buchanan quería ser el dueño del territorio; no tener a México

Las leyes de Reforma, en realidad, fueron dadas por Valentín Gómez Farías en septiembre de 1835, en las que se subordinó completamente al poder eclesiástico, lo despojó de sus bienes y libertades. La separación de la Iglesia y del Estado fue hecha por Ignacio Comonfort y Lerdo de Tejada.

Porfirio Díaz, el dictador. 

Porfirio Díaz impulsó el progreso material, el orden social y la estabilidad política con la creación de avances en la construcción del Estado y la nación. Fue sólo a partir de 1907 cuando Díaz, ya viejo, comenzó a tomar decisiones equivocadas. Sin embargo, durante 30 años llegó durante su mandato la paz al país, concilió a los partidos y su relación con la Iglesia fue sólida.

México hizo adelantos en economía, hubo inversión extranjera en la minería y la industria. Los bancos y las compañías de seguros abrieron, y, a través del ferrocarril, las regiones aisladas del país se comunicaron. Díaz declaró: «México pasó de la anarquía a la paz, de la miseria a la riqueza, del desprestigio al crédito y del aislamiento internacional al reconocimiento universal».

Niños héroes.

Sobre los Niños Héroes existen una serie de leyendas y mitos que los etiquetan como aquellos que defendieron la patria y el territorio a toda costa. Sin embargo, los opositores se aferran a la idea de que en realidad estos niños nunca existieron, que para apaciguar los ánimos y resaltar los valores de México, el gobierno decidió crearlos.

El mito nació cuando el presidente Harry Truman, de Estados Unidos, visitó México para conmemorar la batalla entre estos países, el entonces presidente mexicano, Miguel Alemán, decidió que los periódicos y medios de comunicación debían publicar el hallazgo de seis calaveras durante las excavaciones en el cerro de Chapultepec. Por decreto se declaró que eran indudablemente los Niños Héroes.

Por otro lado, el mito de que Juan Escutia se lanzó con la bandera entre sus brazos es completamente infundado: ni le dieron un balazo ni cayó con la bandera. No hay ningún registro de que algún joven cayera con el lábaro patrio. A Juan Escutia no le dieron un balazo, ni tomó la bandera para evitar caer, ni se tropezó con ella, ni lo empujaron, etc. No hay ningún registro que alguno de los jóvenes cadetes cayera del castillo, al menos no con una bandera.

Nadie sabe cómo surgió el mito de Juan Escutia, sólo Manuel Raz Guzmán narró en forma poética cómo, supuestamente, murió Agustín Melgar (no Juan Escutia): “pero tú, Melgar … rodeado de enemigos les disparas tu arma, y no teniendo esperanza, antes que rendirte te envuelves en el pabellón nacional y presentas tu pecho juvenil a las balas del invasor”. Sin embargo, sí hubo un mexicano que se envolvió con la bandera: Margarito Zuazo, pero no se suicidó, sino que herido, regresó a su casa y entregó la bandera rescatada, muriendo unos días después por sus heridas.

Miguel Hidalgo. 

El cura que dio el grito de Dolores, Miguel Hidalgo tiene un pasado no tan fidedigno en los libros de texto de la SEP. En realidad, el sacerdote tenía amantes, por lo menos cinco hijos y, según CNN, cometió crímenes atroces. Disfrutaba matar a sus enemigos. En realidad, nunca quiso la Independencia y dejaba que los insurgentes mataran y saquearan los poblados.

Era un hombre al que le encantaban las fiestas. Tenía grandes riquezas de las que poco a poco lo despojaba la corona española. Según el escritor Eugenio Aguirre, el título de Padre de la patria le corresponde a José María Morelos, a quien le debemos la mayoría de las victorias, otro sacerdote y aprendiz de Hidalgo que en el ámbito militar terminó superando al maestro.

El pípila. 

La leyenda del Pípila nos ha acompañado a lo largo de nuestra educación como una historia que se cubre de misterio por sus pocas fuentes fidedignas. Un minero llamado Juan Martínez participó en la toma de la Alhóndiga de Granaditas y con una enorme piedra, la defendió. Sin embargo, nunca se ha comprobado su existencia.

Es un mito fundacional que revela mucho del imaginario colectivo del mexicano. El investigador Carlos García asegura que es un mito completamente infundado pero que produce un sentimiento de identidad nacional del nuevo país, que simboliza a la valentía y el arrojo.

Maximiliano de Hasburgo, el tirano. 

Maximiliano de Hasburgo fue un personaje liberal, cuyo proyecto político contemplaba aportes para el desarrollo social e histórico de México. Promovió la tolerancia de los cultos, la nacionalización de los bienes del clero y uno de sus proyectos más grandes: la publicación de leyes en náhuatl y devolverle sus tierras a los indígenas. Según el historiador Jiménez Codinach, antes de llegar a México, Maximiliano aseguró: “Sólo conservaré [el poder] el tiempo preciso para crear en México un orden regular y para establecer instituciones sabiamente liberales».

El problema que tuvo Maximiliano al llegar a México se debió al poco conocimiento que tenía del idioma español y el poco conocimiento que los indígenas y campesinos tenían sobre las letras, por lo que su comunicación se hizo muy complicada. Para facilitarla, se nombró a Faustino Galicia Chimalpopoca su interlocutor con las naciones indígenas. Según Francisco Bulnes, en realidad, el imperio «fue la verdadera gloria, la verdadera patria, la verdadera doctrina política». Maximiliano no resultó el gobernante esperado porque tuvo que gobernar por las leyes liberales de Juárez.

Fuente: Culturacolectiva.com