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La verdad detrás de las etiquetas que dicen «ecológico» en el supermercado

Los engaños en las tiendas son muchos, uno de los más comunes, está en aquellos que en apariencia son ecológicos, o amigables con el medio ambiente.

En redes sociales se muestra el siguiente testimonio:

“Éste es mi tenedor «biodegradable» que debía degradarse en 8 meses. Duró 7 meses y una semana en mi lombricomposta y no le ha pasado nada. La realidad es que la mayoría de los productos «biodegradables», sólo se pueden degradar en compostas industriales, con temperaturas y humedades altas y reguladas. Y obviamente esto va de la mano con que, una vez terminado de usarse el producto, alguien tuviera la decencia de recolectarlos y enviarlos a una composta industrial.

Si creemos que el uso de productos biodegradables es «mágico» y la solución a los problemas de desechables… Estamos en un grave error. Un producto biodegradable tirado a la basura, se convierte en un producto plástico más, que permanecerá por siglos en nuestro planeta. Si tienes un negocio y estás usando estos productos, promoviéndote como empresa amigable con el ambiente; NO ESTÁS SIENDO DEL TODO HONESTO. Exijan a sus proveedores que les den contenedores para éstos productos y que se hagan responsables de recolectarlos y llevarlos a compostar industrialmente. No sigamos engañándonos, la única solución para reducir la basura plástica desechable es NO UTILIZANDO PRODUCTOS DESECHABLES.

Tomado de las redes sociales. Autor: Danny Delgado.

Empecemos entendiendo el concepto, ¿qué son los falsos productos ecológicos? Si el “greenwashing” es el afán que tiene la economía capitalista por adueñarse de todo lo que le suena a tendencia para sacar rédito, usando solo los rasgos estéticos y del lenguaje de la economía ecologista para que productos normales, e incluso dañinos, se muestren como sostenibles y verdes, los falsos productos ecológicos son artículos que únicamente tienen en cuenta un solo rasgo de lo que debe ser un producto ecológico. 

Generalmente se centran en los ingredientes en sí, obviando de dónde proceden, cómo han sido producidos, el recipiente en el que se fabrican, se transportan y se guardan, el envoltorio, las condiciones de trabajo de las personas que lo producen, la necesidad de que exista ese producto, el uso que se le va a dar, la energía que se consume en su producción, y, muy importante, el residuo que deja y su compostaje y/o reciclaje.

Un buen ejemplo son los mal llamados bio-plásticos. Primero, porque utilizan de manera engañosa el prefijo “bio” para dar a entender que son naturales, que provienen directamente de la naturaleza. Segundo, porque sustituir el petróleo como aceite base por otro que provenga de vegetales (maíz, soja, arroz…) no evita que se tengan que añadir aditivos perjudiciales para la salud y la naturaleza. Y además, esta materia prima incentiva la deforestación y el uso de monocultivos extensivos para producir objetos de usar y tirar en vez de para alimentar a la población. Y tercero, porque no son biodegradables, ni siquiera compostables como entendemos esta palabra: una sustancia que se pudre y ayuda a alimentar a otros seres vivos.

¿En qué debemos fijarnos para diferenciar un falso producto eco de un producto ecológico?

La mejor manera de llevar una vida residuo cero es pararse y pensar: ¿realmente necesito ese producto?. También debemos fijarnos en la obsolescencia del producto que adquirimos: ¿Es resistente ese material? Debemos mirar que no sea un producto de un solo uso. Pero también si está diseñado para cumplir una única función. Esto ocurre a menudo con los utensilios de cocina, por ejemplo. 

También deberíamos tener en cuenta el envoltorio. Un buen ejemplo es el agua embotellada. Lo importante es no consumir agua embotellada porque es un producto de usar y tirar que consume energía, genera residuos y nos ofrece un producto básico a precios abusivos. 

Otro aspecto en el que fijarse es el de los productos reciclados. Hacer una camiseta, bolso o silla con mezcla de plásticos, aunque provengan del mar, no los convierte en ecológicos. Ya que reciclar no es dar una segunda vida a un material si este material, al estar mezclado, no va a tener una tercera o cuarta vida, lo que llamamos economía circular. Y además en el caso de las camisetas, cada vez que las lavamos, millones de microplásticos acaban en el desagüe. Y, como no son retenidos por las depuradoras, acaban en el mar.

Lo importante es no agobiarse ni sentirse culpable constantemente. Ya sabemos que vivimos en una sociedad consumista y que a veces nos surgirán situaciones contradictorias con nuestra forma de pensar. Lo importante es crear hábitos de vida y de consumo acordes a nuestra forma de pensar. Dar pasitos poco a poco y seguir aprendiendo cada día. Una vez que interioricemos una forma de actuar, de vivir residuo cero todo será más ecológico, sencillo, cómodo, saludable, y, por qué no, más barato.

Fuente: Blog.sinplastico.com