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Igual que las supernovas, el cuerpo emite estertores de luz antes de morir

La analogía sublime entre el destello de las supernovas y la luz que el cuerpo emite antes de morir, ¿vivimos una existencia fractalizada?

Que las células emiten luz, se sabe desde hace tres décadas cuando Fritz Albert Popp logró comprobar que todos los seres vivos emitimos luz. Quizá estos destellos fulgurantes de vida pasan desapercibidos ante nuestra vista, porque el espectro electromagnético al que pertenecen no es uno que el ojo humano pueda captar. No obstante, la luz sigue estando ahí. 

Popp llamó a estas emisiones de luz ultradébil como biofotones y descubrió que juegan un papel fundamental en la comunicación celular. El lenguaje por el que las células se mantienen interconectadas es precisamente la luz, que interviene en la organización de diferentes funciones. Bajo esa perspectiva, la salud de un organismo se alinea con la coherencia de estas emisiones biofotónicas. El propio Popp explicó a la periodista Lynne McTaggart, que ciertas enfermedades pueden identificarse por patrones de emisión caótica de luz.

La teoría de Popp tiene mucha lógica si pensamos que el mayor motor de la vida es precisamente el Sol. Bajo su perspectiva, las células almacenan fotones provenientes de la luz solar y de los alimentos que consumen y no es de sorprenderse que los organismos fotosintéticos sean precisamente los que más emisión biofotónica presentan.

Hasta aquí comprendemos que el cuerpo humano y el de todos los organismos vivos, son entes destellantes que transpiran luz desde sus células. Pero en un giro todavía más increíble, mientras estudiaba distintas enfermedades y el comportamiento de los biofotones, Popp y su equipo de investigación encontraron que el cuerpo emite luz antes de morir.

Cuando una célula está al borde de la muerte emite una radiación biofotónica cientos de veces mayor de la que emite normalmente. Y no existe la manera de abstenerse de hacer una analogía que roza lo poético, al comparar este comportamiento con el de las supernovas que son estrellas masivas al borde del colapso gravitacional.

Pero además, Popp teorizó que el último destello con mayor fuerza de las células, actúa como un mecanismo de defensa para restablecer el equilibrio del sistema. Y regresando de nuevo a la analogía, quizá el estertor de luz de las células tenga un resultado similar a la explosión termonuclear de las supernovas.

Así como el destello de las células ayuda a restablecer el sistema, la explosión de las supernovas tiene un fin para el bienestar común. Enriquecer el medio galáctico al diseminar elementos químicos pesados y así, se puedan formar nuevas estrellas. 

Quizá hemos estado todo este tiempo ante una existencia fractalizada, así como es en el microcosmos, lo es en el macrocosmos. No es el único caso de relación entre comportamientos del mundo microscópico con el universo interestelar. El Universo en sí mismo se comporta como un gran cerebro humano, según investigaciones recientes.

Fuente: Ecoosfera.com