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EL HUNDIMIENTO DEL NAICM EN TEXCOCO, OTRO NEGOCIO

Peor terreno, mejor negocio. La ganancia multimilllonaria detrás de la construcción del Nuevo Aeropuerto de la Ciudad de México en Texcoco. 

La insistencia de funcionarios federales y mexiquenses desde el año 2000 para que el Nuevo Aeropuerto Internacional de la Ciudad de México se construyera en Texcoco tiene, además de las razones “aeronáuticas” expuestas por los interesados, una motivación de lucro. A decir de los opositores al megaproyecto, el suelo de lo que fuera el lago de Texcoco requiere gastos adicionales para preparar la cimentación y seguramente generará enormes contratos para el mantenimiento de las instalaciones poco tiempo después de que empiece a operar.

En la construcción del Nuevo Aeropuerto Internacional de la Ciudad de México (NAICM), la obra emblemática y más cara del gobierno de Enrique Peña Nieto, se oculta un potencial negocio por mantenimiento que el Grupo Aeroportuario de la Ciudad de México (GACM) trata de ocultar.

Según ecologistas, campesinos e incluso miembros del GACM, las características del terreno en lo que fuera el lago de Texcoco (alto contenido de agua, potencial deformación y baja resistencia al esfuerzo) inevitablemente derivarán en contratos posteriores para la manutención de la terminal aérea. La licitación de los contratos por este concepto será posterior a la conclusión de las obras, pero las particularidades del terreno ya representan jugosos negocios para unas cuantas empresas constructoras.

La Compañía Contratista Nacional (Coconal SAPI de CV), en conjunto con la Constructora y Pavimentadora Vise, obtuvo el contrato LPI-OP-DCAGI-SC-071-16 para la construcción de la Pista 2 del nuevo aeropuerto. Para realizar la cimentación por drenes prefabricados, necesarios para sacar el agua que aún queda en el suelo de origen lacustre antes de iniciar la construcción de la pista, se destinaron más de 7 mil 926 millones de pesos, una de las sumas más altas entre los 292 contratos que se han licitado y adjudicado para la construcción del NAICM.

Para Fernando Córdova Tapia, director de la Unión de Científicos Comprometidos con la Sociedad, las obras de mantenimiento, los trabajos complejos de cimentación y de limpieza, entre otros, son necesarios en un terreno que no es apto para la edificación de un aeropuerto, principalmente porque el terreno es proclive a hundirse.

“Es la peor ubicación posible para un aeropuerto –explica–, principalmente porque el terreno se hunde y eso va a hacer costosísima la obra. Se va a requerir mucho dinero para mantenerla. Quien gane el mantenimiento de esa obra va a hacer grandes y grandes contratos que se van a inflar cada vez más.”

Los 30 centímetros que la zona lacustre se hunde cada año en promedio no son secretos para el GACM y sus directivos coinciden en que ese fenómeno es “inmanente”, pero justifican: “La Ciudad de México también atraviesa por este fenómeno”. Dicen que el objetivo de las costosas técnicas de cimentación es precisamente garantizar que el hundimiento va a ser controlado, al grado de que las obras no requerirán mantenimiento en ocho años.

Desde 2000, cuando se inició el análisis para ampliar la capacidad aeroportuaria de la capital del país, se presentaron al menos dos opciones: construir un aeropuerto en Tizayuca, Hidalgo, o utilizar la antigua base militar de Santa Lucía, en el Estado de México. Sin embargo, funcionarios de ASA, la SCT y el gobierno mexiquense maniobraron para que la decisión final se inclinara por Texcoco, a pesar de que las otras opciones registraban menor impacto ambiental, favorecían la conservación de aves e incluso evitaban lidiar con el terreno arcilloso y húmedo del que fuera el lago.

Con información de Proceso.com.mx