CR Comunicación

¿COMEMOS PETRÓLEO?

Comemos petróleo, aunque no lo parezca. El actual modelo de producción, distribución y consumo de alimentos es adicto al “oro negro”. Sin petróleo, no podríamos comer como lo hacemos.

Sin embargo, ante un escenario donde cada vez va a ser más difícil extraer petróleo y éste resultará más caro, ¿cómo vamos a alimentarnos? La agricultura industrial nos ha hecho dependientes del petróleo. Desde el cultivo, la recolección, la comercialización y hasta el consumo, necesitamos de él. La revolución verde, las políticas que nos dijeron modernizarían la agricultura y acabarían con el hambre, y que se implementaron entre los años 40 y 70, nos convirtieron en “yonquis” de este combustible fósil, en parte gracias a su precio relativamente barato.

petro1

La maquinización de los sistemas agrícolas y el uso intensivo de fertilizantes y pesticidas químicos  contaminantes son el mejor ejemplo. Estas políticas significaron la privatización de la agricultura, dejándonos, a campesinos y consumidores, en manos de un puñado de empresas del agronegocio.

A pesar de que la revolución verde insistió en que aumentaría la producción de comida y, en consecuencia, acabaría con el hambre, la realidad no resultó ser así. Por un lado, sí que la producción por hectárea creció. Sin embargo, tuvo consecuencias muy negativas para pequeños y medianos campesinos y para la seguridad alimentaria a largo plazo. En concreto, aumentó el poder de las empresas agroindustriales en toda la cadena productiva, provocó la pérdida del 90% de la agro y la biodiversidad, redujo masivamente el nivel freático, aumentó la salinización y la erosión del suelo, desplazó a millones de agricultores del campo a las ciudades miseria, desmantelando los sistemas agrícolas tradicionales, y nos convirtió en dependientes del petróleo.

Una agricultura ‘yonqui’.

La introducción de maquinaria agrícola a gran escala fue uno de los primeros pasos. En Estados Unidos, por ejemplo, en 1850, la tracción animal era la principal fuente de energía en el campo, seguida de la fuerza humana. Cien años más tarde, en 1950, ambas sumaban tan solo el 1%, ante la introducción de máquinas de combustible fósil. La dependencia de la maquinaria agrícola (tractores, cosechadoras, camiones) más necesaria si cabe en grandes plantaciones y monocultivos, es enorme. Desde la producción, la agricultura está “enganchada” al petróleo.

El sistema agrícola actual con el cultivo de alimentos en grandes invernaderos independientemente de su temporalidad y el clima muestra, asimismo, su necesidad de derivados del petróleo y el elevado consumo energético que además trae como consecuencia el cambio climático, producto del calentamiento global. Desde mangueras pasando por contenedores, acolchados, mallas hasta techos y cubiertas, todo es plástico.  Y, ¿qué hacer con tanto plástico una vez finaliza su vida útil?.

petro2

Alimentos viajeros

La necesidad de petróleo la observamos, también, en los largos viajes que realizan los alimentos desde donde son cultivados hasta el lugar en que se consumen. Se calcula que la comida viaja de media unos 5 mil kilómetros del campo al plato, estos “alimentos viajeros”, según dicho informe, generan casi 5 millones de toneladas de CO2 al año, contribuyendo a la agudización del cambio climático.

La globalización alimentaria en su carrera para obtener el máximo beneficio, deslocaliza la producción de alimentos, como ha hecho con tantos otros ámbitos de la economía productiva. Produce a gran escala en los países del Sur, aprovechándose de unas condiciones laborales precarias y una legislación medioambiental inexistente, y vendiendo, posteriormente, su mercancía en el norte a un precio competitivo. Una comida típica dominical en Gran Bretaña consta de patatas de Italia, zanahorias de Sudáfrica, judías de Tailandia, ternera de Australia, brócoli de Guatemala, fresas de California y arándanos de Nueva Zelanda.

petro6

Comiendo plástico

Y una vez los alimentos llegan al supermercado, ¿qué sucede? Plástico y más plástico, con derivados del petróleo. Así, encontramos un embalaje primario que contiene el alimento, un empaquetado secundario que permite una atractiva exhibición en el establecimiento y, finalmente, bolsas para llevártelo del “súper” a casa.

Vivimos en un planeta de plástico, como retrataba brillantemente el austríaco Werner Boote en su film ‘Plastic Planet’ (2009), donde afirmaba: “La cantidad de plástico que hemos producido desde el principio de la edad del plástico es suficiente para envolver hasta seis veces el planeta con bolsas”. Y no sólo eso, ¿qué impacto tiene en la salud su omnipresencia en nuestra vida cotidiana? Un testimonio en dicho film decía: “Comemos y bebemos plástico”. Y esto, como denuncia el documental, tarde o temprano, nos pasa factura.

petro4

¿Qué hacer?

Según la Agencia Internacional de la Energía, la producción de petróleo convencional alcanzó su pico en 2006. En un mundo, donde el petróleo escasea, ¿qué y cómo vamos a comer? En primer lugar, es necesario tener en cuenta que a más agricultura industrial, intensiva, kilométrica, globalizada, más dependencia del petróleo. Por contra, un sistema campesino, agroecológico, local, de temporada, menos “adición” a los combustibles fósiles. La conclusión es clara.

Es urgente apostar por un modelo de agricultura y alimentación antagónico al dominante, que ponga en el centro las necesidades de la mayoría y el ecosistema. No se trata de una vuelta romántica al pasado, sino de la imperiosa necesidad de cuidar la tierra y garantizar comida para todos. O apostamos por el cambio o cuando no quede más remedio que cambiar, otros, como tantas veces, van a hacer negocio con nuestra miseria. No dejemos que se repita la historia.

petro5