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9 formas en que podrías dejar de cooperar con el sistema ahora mismo

El sistema nos mantiene en crisis perpetua sobre la base de la acumulación, la explotación del trabajo y la consecuente desigualdad económica.

¿Es posible vivir de otra manera? La cooperación o la resistencia, con el sistema que nos mantiene en crisis perpetua, con este horizonte de posibilidades esencialmente económicas que funciona sobre la base de la acumulación de la riqueza, la explotación del trabajo y la consecuente desigualdad económica. Cooperación o resistencia. A continuación compartimos 9 puntos orientados a dejar de cooperar en esa forma de vida y, a cambio, resistir como el primer paso que conduzca a la construcción de otro modo de ser y estar en el mundo.

1. Cuestiona. El cuestionamiento es notablemente útil cuando lo aplicamos a aquello que parece más evidente, más normal. La duda, por otro lado, no es meramente teórica, también puede dar paso a su correlato práctico, de acción política. La sociedad funciona en buena medida sobre narrativas que otros construyen y que otros más sólo llegan a habitar. ¿Cuál es la tuya? ¿Es netamente tuya o de qué fragmentos está hecha?

2. Desconéctate. Tu teléfono móvil, tu trabajo, relaciones personales y sociales que te mantienen en el statu quo, etc. Romper con eso es, en cierta forma, romper también con el miedo, atravesar una membrana, quizá incluso dar un salto en el vacío, ¿pero no sería esto deseable al saber que del otro lado nos espera la construcción gradual de nuestra propia libertad?

3. Evita la distracción. La famosa locución latina panem et circenses condensó para la historia este método de control sobre las masas y los individuos. En nuestra época ese circo es permanente, lo tenemos literalmente al alcance de la mano y siempre ante nuestros ojos, en la multitud de pantallas que se iteran infinitamente adondequiera que miremos. Pero si a esto que es banal se da el trato de importante, ¿de qué nos están distrayendo? ¿Qué es lo que realmente está pasando?

4. No votes por ningún partido político. A pesar de sus lineamientos y sus programas, sus discursos, sus promesas y sus supuestas ideologías, los partidos políticos no son otra cosa que engranajes del mismo sistema. Es cierto: el acercamiento a la realidad de un partido de derecha y de otro de izquierda puede ser diferente, pero al final, en un sentido estructural, ninguno buscará cambiar realmente el estado de las cosas. ¿Por qué? Simple: porque hacerlo significaría su propia desaparición.

5. Aprende a discernir. Nadie puede vivir aislado y esto, sin embargo, no significa que no podamos elegir con quién juntarnos, por decirlo de alguna manera. Todos los medios masivos de comunicación tienen su propia agenda, sus intereses corporativos y de grupo. Infórmate sobre éstos. Consulta una noticia importante en distintas fuentes y date cuenta de las diferencias con las que se presenta la información.

6. No formes parte de ningún ejército. Millones de personas enlistadas, muriendo y matándose con el único propósito último que ni siquiera le concierne a ellas, sino a las personas en el poder: preservar el statu quo. Este punto, sin embargo, también tiene un sentido metafórico. ¿No somos también un ejército de consumidores que se encaminan voluntariamente a la compra desenfrenada de cuanto artilugio se encuentra en el mercado?

7. Es tu salud, cuídala tú (no la industria farmacéutica). Estamos vivos: enfermarnos es inevitable. Con todo, ello no implica que abdiquemos de la responsabilidad de nuestra propia salud para cedérsela a la poderosa industria de los fármacos, que ha convertido el decaimiento natural de nuestro cuerpo en su propio negocio. Cuida tu alimentación, realiza cotidianamente alguna actividad física, cultiva tus relaciones personales, cuando sea posible opta por alternativas tradicionales y naturales de sanación.

8. Evita los alimentos industrializados. La guía más sencilla a este respecto la dio recientemente el nutriólogo Michael Pollan en una sola línea: “Si viene de una planta, cómelo; si fue hecho en una planta, evítalo”. La industrialización de los alimentos conlleva el añadido de peligrosos componentes que les permiten durar más (conservadores), tener un aspecto más atractivo (colorantes artificiales) o un gusto distintivo (saborizantes) e incluso resultar de una producción más rentable (organismos genéticamente modificados).

9. Deja de consumir. Este es quizá el punto menos sencillo de todos. El consumo ha adquirido tal importancia que prácticamente se encuentra en todas las acciones posibles de nuestro actuar: consumimos información, alimentos, mercancías, estímulos e incluso las relaciones personales, las emociones y los sentimientos son susceptibles de convertirse en objetos de consumo. La alternativa quizá sea entender eso de otro modo. Darnos cuenta, por ejemplo, de que no todo lo que se rompe tiene forzosamente que desecharse y reemplazarse de inmediato. Que no porque algo se produzca tiene necesariamente que consumirse. Que el bienestar auténtico descansa en un puñado de bienes (algunos materiales, inevitablemente, otros muchos no).

Fuente: Pijamasurf.com